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12 de septiembre de 2025 a las 01:50

Recuerdos que vuelven: ¿Qué significa pensar en tu ex?

El recuerdo, ese universo intangible donde habitan las sombras de quienes alguna vez iluminaron nuestros días, nos visita a menudo sin previo aviso. Un aroma familiar flotando en el aire, una melodía que resuena en lo profundo, una conversación casual que roza tangencialmente un tema compartido… De pronto, sin darnos cuenta, estamos inmersos en la evocación de alguien que ya no forma parte de nuestro presente tangible. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué significado esconden estas apariciones fantasmales de nuestro pasado?

La psicología nos ofrece una perspectiva fascinante sobre este fenómeno tan humano. Nuestro cerebro, ese intrincado laberinto de conexiones neuronales, no solo almacena recuerdos como datos fríos y objetivos, sino que los teje con las emociones vividas, con los vínculos forjados, con las experiencias que nos marcaron a fuego lento. No se trata simplemente de nostalgia, esa melancolía dulce por un tiempo ido, sino de la huella emocional que ciertas personas dejaron en nuestro ser. Como si una parte de ellas se hubiera quedado con nosotros, resonando en silenciosa sintonía con nuestro presente.

Los expertos en salud mental sugieren que recordar a alguien del pasado puede ser una señal de que existen asuntos pendientes con esa persona. Quizás quedaron palabras sin decir, emociones sin expresar, aprendizajes sin integrar. Nuestro subconsciente, ese sabio silencioso que rige nuestros impulsos más profundos, nos trae de vuelta estos recuerdos en momentos clave: durante periodos de transición, en instantes de vulnerabilidad, o cuando la realidad presente evoca simbólicamente situaciones vividas con esa persona. Es como si nuestra mente nos invitara a revisitar el pasado para comprender mejor el presente, para sanar viejas heridas y extraer la sabiduría oculta en la experiencia.

Además, es crucial recordar que la memoria no es un registro fiel e inmutable, sino una reconstrucción subjetiva, influenciada por el prisma emocional del momento. Por eso, cuando alguien del pasado reaparece en nuestra mente, lo hace cargado de una emotividad específica: puede ser culpa, cariño, arrepentimiento, gratitud… Un caleidoscopio de sentimientos que nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia evolución. La psicología cognitiva nos ilumina al respecto, sugiriendo que estos pensamientos pueden ser una herramienta poderosa para redefinir nuestra identidad actual a la luz de las experiencias pasadas. Nos ayudan a comprender quiénes somos hoy gracias a quienes fuimos ayer.

Sin embargo, no siempre estos recuerdos tienen una carga emocional profunda. A veces, el simple hecho de recordar a alguien es un ejercicio mental cotidiano, un reflejo de la rutina, especialmente si esa persona ocupó un lugar significativo en nuestra vida durante un periodo prolongado. Lo importante, en cualquier caso, es no juzgarnos por recordar. Es esencial comprender que este proceso forma parte de la naturaleza misma del cerebro humano, una danza constante entre el presente y el pasado, un diálogo interno que nos permite tejer la narrativa de nuestra propia existencia.

A fin de cuentas, recordar es una forma de mantener vivos a quienes ya no están físicamente presentes. Es una manera de honrar los vínculos que nos moldearon, de aprender de las experiencias compartidas, y de seguir construyendo nuestro presente con la sabiduría del pasado. Y en ese proceso, en ese continuo fluir de recuerdos y emociones, nos encontramos a nosotros mismos, un poco más completos, un poco más conscientes del intrincado tapiz que conforma nuestra historia personal.

Fuente: El Heraldo de México