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11 de septiembre de 2025 a las 23:25
El misterio del microbusero tras la explosión
La angustia se palpaba en el aire, espesa como el humo que aún se alzaba sobre el puente de La Concordia. La explosión de la pipa de gas LP había dejado una cicatriz no solo en el paisaje urbano, sino también en el corazón de quienes presenciaron la tragedia y, sobre todo, en las familias que aún buscaban a sus seres queridos. El caso de Erick Vicente Acevedo Romero, operador de un microbús de la Ruta 14, se convirtió en un símbolo de esa incertidumbre desgarradora. Su rostro, joven y ahora marcado por la preocupación, circulaba en redes sociales junto a la imagen de un rosario tatuado en su mano izquierda, una seña particular que se aferraba a la esperanza de encontrarlo con vida.
La búsqueda se había convertido en una carrera contra el tiempo. Amigos de la Ruta 14, compañeros de trabajo que compartían el asfalto y el volante día a día, se organizaron en una red solidaria que se extendía por los hospitales de la zona. Recorrían pasillos, revisaban listas, preguntaban con la voz entrecortada por la ansiedad. Cada negativa, cada nombre que no coincidía con el de Erick, hundía un poco más el ánimo, pero la esperanza, terca, se negaba a desaparecer.
La imagen de Luis Antonio Nolasco Mendoza, payasito de la Ruta 14, con su maquillaje intacto a pesar de la tragedia, resume la esencia de esa búsqueda desesperada. Su testimonio, recogido por los medios de comunicación, refleja la angustia de la incertidumbre: "No sé exactamente cómo pasaron los hechos… lo estamos buscando en los hospitales… por lo único que ahorita lo estamos buscando es por su tatuaje…". Sus palabras, sencillas y directas, transmitían la fraternidad que une a quienes comparten un oficio, un camino, una vida. La solidaridad de los compañeros de Erick, dispuestos a recorrer hospitales con el rostro pintado, demostraba que la esperanza se construye también con pequeños gestos, con la fuerza de la unión en momentos de adversidad.
La información, a veces confusa, a veces contradictoria, aumentaba la tensión. Un rumor que situaba a Erick en el Hospital Magdalena de las Salinas, acompañado de una foto del tatuaje del rosario, encendió una chispa de ilusión que pronto se vio empañada por la lista oficial de afectados del gobierno capitalino, que ubicaba a un paciente llamado "Erick" en el Hospital General de Iztapalapa. La espera se hacía insoportable. Cada minuto que pasaba sin noticias confirmadas era una puñalada en el alma de sus familiares y amigos.
La historia de Erick Vicente Acevedo Romero, el joven conductor de la Ruta 14 con un rosario tatuado en la mano, se convertía en un reflejo de la tragedia que azotó Iztapalapa. Una historia de incertidumbre, de angustia, pero también de solidaridad y esperanza, una esperanza que se aferraba a un tatuaje, a un nombre, a la posibilidad de un reencuentro. La ciudad contenía la respiración, esperando el desenlace, la confirmación de que Erick había sido encontrado, de que la esperanza, una vez más, había vencido a la tragedia.
Fuente: El Heraldo de México