
11 de septiembre de 2025 a las 09:30
El fracaso de la 4T en La Marina
La indignación de Sheinbaum retumba en el Palacio Nacional, un eco amplificado por la magnitud del escándalo. ¿Acto de valentía o cálculo político? La línea que separa ambas opciones se difumina en la bruma de la incertidumbre. Se anuncia una lucha contra la impunidad, pero el tiempo transcurrido, más de dos años de inacción, siembra la duda. Si las investigaciones requieren tiempo, ¿por qué la maquinaria de la corrupción continuó operando sin freno? ¿Por qué los buques involucrados, fantasmas en la noche, siguieron navegando impunemente? La Unidad de Inteligencia Financiera, con el poder de congelar cuentas en un instante, permaneció inerte. ¿Qué mano invisible detuvo el mecanismo que, con implacable eficiencia, sanciona la más mínima demora en las declaraciones de impuestos?
El recuerdo del pañuelo blanco, símbolo de una pureza ilusoria, se transforma en una bofetada de realidad. El hedor a corrupción, que se pretendía disipar, impregnó las instituciones, desde la Marina hasta Aduanas, extendiendo sus tentáculos por el aparato gubernamental. La red de huachicol, un monstruo de mil cabezas, revela su rostro en toda su magnitud, dejando al descubierto la podredumbre que se extiende hasta los niveles más altos del poder. ¿Es posible creer en la inocencia de las altas esferas cuando la evidencia apunta a una trama de dimensiones colosales? ¿Puede el presidente alegar desconocimiento cuando la sombra de la sospecha alcanza a su propio gabinete?
La idea de que solo siete individuos orquestaron esta compleja operación resulta risible, tan absurda como la imagen de un empleado modesto despilfarrando millones en apuestas. La Marina, orgullo de la nación, convertida en instrumento del crimen organizado, en lavadora de dinero y traficante de armas. Un dolor profundo atraviesa el corazón de México al contemplar la magnitud de la traición.
Las lecturas más simples suelen ser las acertadas. La trama es demasiado grande, demasiado compleja, para que las altas esferas no estuvieran al tanto. Directivos de Pemex, funcionarios de aduanas, secretarios del gabinete… todos bajo la lupa de la sospecha. Aquel que prometió erradicar la corrupción, la multiplicó.
Se procesan culpables, se revelan cifras millonarias, pero el sabor a justicia incompleta persiste. Se evita tocar a los peces gordos, se protege a los altos mandos. El juego consiste en blindar a los poderosos, mientras se sacrifica a los peones. Una vez más, tras la visita de un funcionario estadounidense, el gobierno mexicano realiza “maravillas”. Una tradición que se repite con sospechosa regularidad.
La soberbia de Adán Augusto López, sugiriendo a la oposición implorar un milagro en la Basílica de Guadalupe, revela la verdadera súplica: la impunidad. Un milagro que lo proteja de rendir cuentas, no solo por el huachicol, sino por La Barredora y por todas las sombras que se acumulan en su expediente, tanto en México como en Estados Unidos. El tiempo, implacable juez, dictará sentencia.
Fuente: El Heraldo de México