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10 de septiembre de 2025 a las 09:25

¡Vuelve la magia!

La sombra del abuso infantil se cierne aún sobre el Jardín de Niños Marcelino de Champagnat, un recordatorio doloroso de la vulnerabilidad de nuestros pequeños y de las fallas institucionales que permitieron que ocurriera semejante tragedia. La disculpa de la SEP, aunque tardía, es un primer paso, una grieta en el muro de silencio que por tanto tiempo ha protegido a los agresores y revictimizado a los sobrevivientes. Sin embargo, las palabras no bastan. No pueden borrar las cicatrices, ni reconstruir la confianza rota. ¿Cómo podemos, como sociedad, mirar a los ojos a estos niños y decirles que estamos haciendo todo lo posible para protegerlos?

La "Jornada Nacional de Concientización sobre la gravedad del abuso sexual y maltrato infantil" es una iniciativa loable, un intento de transformar la indignación en acción. Las actividades propuestas, desde pláticas informativas hasta la elaboración de murales, buscan empoderar a niños, niñas y adolescentes, dándoles las herramientas para identificar el abuso, establecer límites y buscar ayuda. Pero, ¿qué sucede después de la jornada? ¿Cómo garantizamos que este impulso no se desvanezca en la rutina, en la falta de recursos, en la indiferencia?

La verdadera transformación requiere un compromiso sostenido, una inversión real en la formación de docentes y personal administrativo, en la creación de protocolos claros y efectivos para la prevención, detección y atención del abuso. Necesitamos ir más allá de los discursos y las buenas intenciones, y construir un sistema que escuche a los niños, que los crea, que los proteja. Los 495 años de prisión para el agresor, aunque simbólicamente importantes, no son suficientes. La justicia no se limita al castigo, sino que implica la reparación del daño, la atención a las víctimas y la creación de un entorno seguro para que esto no vuelva a suceder.

Los lineamientos emitidos por la SEP para la prevención y atención de casos de abuso en educación básica son un avance, pero no son la solución definitiva. La eliminación de las viviendas de conserjes en los planteles, el registro público de agresores y la formación de maestros son medidas necesarias, pero insuficientes si no se acompañan de un seguimiento riguroso y de mecanismos de rendición de cuentas. ¿Cómo podemos asegurar que estas medidas se implementen de manera efectiva en todas las escuelas del país? ¿Cómo podemos garantizar que las voces de los niños sean escuchadas y que sus denuncias sean tomadas en serio?

El 8 de septiembre no puede ser simplemente una fecha en el calendario. Debe ser un recordatorio constante de nuestra responsabilidad colectiva de proteger a la infancia. No podemos permitir que el dolor de las víctimas del Jardín de Niños Marcelino de Champagnat sea en vano. Debemos convertirlo en un catalizador para el cambio, en un impulso para construir un México donde todos los niños y niñas puedan crecer libres, seguros y protegidos. El futuro de nuestro país depende de ello. No podemos fallarles. No podemos permitir que la sombra del abuso siga oscureciendo sus vidas. Es hora de actuar, de construir un futuro donde la infancia sea sinónimo de alegría, de esperanza, de un mañana mejor.

Fuente: El Heraldo de México