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10 de septiembre de 2025 a las 23:30

Valeria Afanador: indemnización millonaria y chats filtrados

La angustia se palpaba en el aire. El silencio del colegio, habitualmente roto por las risas y el bullicio infantil, se había transformado en una inquietante calma. Mensajes frenéticos se cruzaban en el chat de WhatsApp del profesorado: "¿Alguien ha visto a Valeria Afanador? Los niños están corriendo buscándola y dicen que no aparece por ningún lado". Esa pregunta, cargada de una creciente preocupación, resonaba en los pasillos vacíos del Colegio Gimnasio Campestre Los Laureles, marcando el inicio de una pesadilla. La alerta se activó de inmediato. Profesores y personal administrativo, unidos por la misma incertidumbre, peinaron cada rincón de la institución. Cada aula, cada patio, cada espacio, por pequeño que fuera, fue revisado minuciosamente. La búsqueda se extendía más allá de las paredes del colegio, abarcando las zonas aledañas. La esperanza se aferraba a cualquier indicio, a cualquier pista que pudiera arrojar luz sobre el paradero de la pequeña Valeria.

El recuerdo de la mañana se reconstruía con dolorosa precisión. La directora del plantel la había recibido a las 7:00 am, como cada día. Valeria, con la inocencia propia de sus 10 años y la dulzura característica del síndrome de Down, había asistido a su clase de matemáticas. Luego, en la clase de inglés, impartida por la propia directora, se había dedicado a dibujar, ajena a la angustia que se cernía sobre el futuro. "Vale estaba dibujando, era semana de evaluaciones, entonces mientras explicaba las evaluaciones a sus compañeros, ella dibujaba", recordaba la directora, con la voz entrecortada por la emoción. Un simple balón, una petición habitual, un breve instante en el salón de deportes… y la niña se desvaneció. Eran las 10:35 de la mañana, el recreo acababa de comenzar y Valeria debía regresar a su clase de música. Nunca llegó.

El testimonio del profesor de deportes añadía un nuevo elemento a la cronología de la tragedia: le había entregado el balón a Valeria y había cerrado el salón. ¿Qué sucedió después? La incertidumbre se volvía insoportable. "Yo vi pasar unos niños de mi curso, ellos volvieron a pasar y me dijeron: ‘Miss, Valeria no está’", relataba la directora, reviviendo el momento en que la angustia se transformó en desesperación. Los días posteriores a la desaparición de Valeria fueron un torbellino de emociones. La búsqueda se intensificó, la comunidad se movilizó, la esperanza se debilitaba con cada hora que pasaba. El hallazgo del cuerpo sin vida de la pequeña, cerca de la escuela y de un río, sumió a todos en un profundo dolor.

La sombra de la negligencia se proyectaba sobre la institución. El abogado del colegio, Francisco Bernate, aseguraba que se habían seguido todos los protocolos, pero la tragedia ya había ocurrido. La millonaria póliza de seguro ofrecida a los padres de Valeria, lejos de ser un consuelo, se percibió como una afrenta, un intento de silenciar el clamor de justicia. "Es una afirmación hiriente y malintencionada que solo busca desviar la investigación para hallar a los posibles asesinos de la menor", declararon los padres, con el corazón destrozado por la pérdida y la indignación. La pregunta seguía resonando, ahora con mayor fuerza, en la mente de todos: ¿Qué pasó con Valeria Afanador? La respuesta, enterrada bajo el peso del dolor y la incertidumbre, sigue siendo una herida abierta en la comunidad. El caso de Valeria se convierte en un llamado a la reflexión sobre la responsabilidad de las instituciones educativas en la protección de sus alumnos, un recordatorio constante de la fragilidad de la vida y la importancia de la verdad.

Fuente: El Heraldo de México