
11 de septiembre de 2025 a las 02:05
Sobreviví a la explosión: mi historia en el Puente de la Concordia
El estruendo resonó como un trueno seco, cortando el habitual bullicio de la Calzada Ignacio Zaragoza. Un instante de silencio atónito, seguido por gritos de pánico y el inconfundible olor a gas LP. Bajo el Puente de la Concordia, en el corazón de Iztapalapa, la realidad se transformó en un escenario de caos y desesperación. La explosión de una pipa de gas LP, ocurrida en la madrugada, dejó una cicatriz imborrable en la memoria de quienes presenciaron el evento. Más de 57 personas heridas, algunas con quemaduras graves, y un panorama de destrucción que aún cuesta asimilar.
Los relatos de los testigos pintan un cuadro vívido del terror vivido. Carlos Medina Corona, conductor de una pipa de agua, se encontraba en medio del puente cuando el infierno se desató. “Sentí como si la tierra temblara”, recuerda con la voz entrecortada. “Vi a la gente correr, desesperada, y un flamazo que iluminó el cielo nocturno. En ese momento, solo pensé en alejarme lo más posible.” Su testimonio coincide con el de otros conductores que, atrapados en el embotellamiento previo a la explosión, se vieron obligados a abandonar sus vehículos y correr por sus vidas.
“Parecía una escena de película”, comenta una mujer, visiblemente afectada, mientras recibe atención médica en uno de los hospitales que han colapsado ante la afluencia de heridos. “El calor era intenso, se sentía en la piel aunque estuvieras a cierta distancia. Había gente gritando, niños llorando… fue horrible.” Su relato pone de manifiesto el trauma psicológico que este tipo de eventos genera en la población.
Las autoridades han iniciado las investigaciones pertinentes para determinar las causas de la explosión. Mientras tanto, la zona permanece acordonada y el tráfico en la Calzada Ignacio Zaragoza se ha visto severamente afectado. La solidaridad de los capitalinos no se ha hecho esperar. Centros de acopio para víveres y medicamentos se han habilitado en diferentes puntos de la ciudad, y cientos de voluntarios se han sumado a las labores de apoyo a los damnificados.
Más allá de las cifras oficiales, la tragedia de la explosión en Iztapalapa nos recuerda la fragilidad de la vida cotidiana. Las historias de quienes vivieron el incidente en carne propia son un testimonio de la resiliencia humana, pero también un llamado a la reflexión sobre la importancia de la prevención y la seguridad en el manejo de materiales peligrosos. El camino hacia la recuperación será largo y arduo, pero la solidaridad y la esperanza se mantienen vivas en medio del dolor. En los próximos días, las autoridades deberán rendir cuentas sobre las medidas de seguridad que se implementarán para evitar que una tragedia similar vuelva a ocurrir. El recuerdo de esta explosión, sin duda, permanecerá grabado en la memoria colectiva de la ciudad por mucho tiempo.
Fuente: El Heraldo de México