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10 de septiembre de 2025 a las 09:10

Descubre la magia de Frida

Cincuenta y dos años. Más de medio siglo ha transcurrido desde aquel fatídico 11 de septiembre que marcó a fuego la historia de Chile y el destino de tantos, como Frida Modak Schatz. Una mujer cuya voz resonaba con la fuerza de la convicción, una voz que se alzó como portavoz de un gobierno y que, de pronto, se vio silenciada por el estruendo de las balas y el crujir de un país que se quebraba.

Su historia, entretejida con la del propio Salvador Allende, cobra una dimensión aún más conmovedora al conocerse a través del testimonio de quienes la conocieron, como nuestro querido Miguel Ángel Ferrer, "Mentor", quien con su agudeza política y su entrañable amistad, nos la presenta no solo como una figura histórica, sino como una persona de carne y hueso. Una mujer "llenita, pero con una cara hermosa", de acento chileno inconfundible, que se refugiaba en la calidez de una buena comida y la compañía de amigos, entre trago y trago, confesando su negativa a regresar a la tierra que la vio nacer. ¿Cuántas historias, cuántos dolores, se esconderían tras esa decisión? ¿Cuánto pesaba el recuerdo del horror vivido aquel día en La Moneda?

Imaginemos a Frida, joven y vibrante, nombrada por Allende como la primera mujer secretaria de Prensa de la Presidencia. Un hito, una conquista en un mundo político dominado por hombres. Y luego, el golpe. El caos. La huida desesperada por los pasillos del palacio, el corazón latiéndole a mil por hora, la incertidumbre del futuro cerniéndose sobre ella. La imagen de Augusto Pinochet, el "asesino", como lo califica Rentería, se impone como una sombra ominosa.

Desde la distancia, Frida observó con impotencia cómo su país se sumía en la oscuridad de la dictadura. Las noticias de violaciones a los derechos humanos, la supresión de las libertades, la disolución del Congreso… cada una de esas informaciones debió ser una puñalada en el alma de la ex vocera presidencial. Y ante la pregunta inevitable sobre el suicidio de Allende, sus ojos se llenaban de lágrimas, una respuesta más elocuente que cualquier palabra. La duda, la incertidumbre, el dolor por la pérdida de un líder y de un país.

La generosidad del embajador mexicano Gonzalo Martínez Corbalá, brindándole asilo sin vacilar, fue un rayo de luz en medio de la tormenta. Un acto de valentía que le salvó la vida. Esconder a la vocera del gobierno derrocado, un gesto que habla de la solidaridad humana y de la importancia de tender una mano en momentos de crisis.

La noticia de su fallecimiento en enero de 2024, añade una capa de melancolía a este relato. Frida Modak Schatz, testigo y víctima de una de las épocas más oscuras de la historia chilena, finalmente descansa. Queda la incógnita de si alguna vez pudo regresar a su amado Chile, un deseo que quizás la acompañó hasta su último aliento. Y queda también el recuerdo, perpetuado por las palabras de Gustavo Rentería y el cariño de quienes, como Miguel Ángel Ferrer, la conocieron y la apreciaron. Un homenaje a una mujer que, a pesar del exilio y la tristeza, dejó una huella imborrable en la memoria de quienes la conocieron y en la historia de su país.

Fuente: El Heraldo de México