
10 de septiembre de 2025 a las 09:05
Descubra la verdad tras los "otros datos"
A un año de gobierno, la realidad nacional contrasta drásticamente con la narrativa triunfalista que emana del Palacio Nacional. Lejos de la transformación prometida, lo que vemos es una profundización del modelo populista, con un preocupante estancamiento económico, una violencia desbordada y un debilitamiento institucional sistemático. El discurso oficial habla de consolidación, pero los datos duros pintan un panorama sombrío.
El crecimiento económico es anémico, prácticamente inexistente. Un 0.42% de promedio no genera la prosperidad que México necesita. Sectores clave como la construcción y la minería, motores tradicionales de nuestra economía, se encuentran en caída libre. Los supuestos repuntes coyunturales que celebra el gobierno no se traducen en una derrama productiva real, ni en la generación de empleos de calidad. De hecho, la precariedad laboral se agudiza: la mayoría de los nuevos empleos son informales, condenando a miles de familias a la incertidumbre y la falta de prestaciones. Seis de cada diez trabajadores no tienen acceso a servicios de salud, una cifra alarmante que refleja el abandono del Estado. Y las mujeres, como siempre, son las más afectadas, con menores salarios y menos oportunidades de desarrollo.
La austeridad prometida se ha convertido en un recorte indiscriminado que golpea áreas estratégicas para el futuro del país: agricultura, energía, educación y bienestar. Mientras tanto, la deuda pública crece a un ritmo vertiginoso, hipotecando el futuro de las próximas generaciones para financiar programas clientelares y proyectos faraónicos de dudosa rentabilidad. El sector energético, otrora orgullo nacional, es hoy un ejemplo del fracaso de la gestión actual. Pemex, la joya de la corona, se hunde bajo el peso de una deuda monstruosa, la producción petrolera se estanca y seguimos importando la mayor parte de las gasolinas que consumimos.
Se presume una supuesta reducción de la pobreza basada en cifras manipuladas, mientras millones de mexicanos han perdido el acceso a servicios de salud, un retroceso inaceptable en materia de derechos básicos. La infraestructura carretera, vital para la conectividad y el desarrollo regional, sufre el presupuesto más bajo en décadas. La educación, pilar fundamental para el progreso, se encuentra en estado crítico: escuelas sin equipamiento básico, bajos niveles de aprendizaje y una creciente deserción escolar. ¿Dónde está el plan para revertir esta crisis?
La incertidumbre jurídica y la errática política energética ahuyentan las inversiones, mientras la inflación carcome el poder adquisitivo de las familias. El superávit fiscal, pregonado como un logro, se construyó a costa de recortes en obra pública y programas sociales, no gracias a una economía sana y en expansión. Los llamados Polos de Bienestar, entregados a discreción y sin estudios de factibilidad, son un ejemplo más del clientelismo y la opacidad que caracterizan a este gobierno. Los grandes proyectos estratégicos anunciados con bombo y platillo no pasan de ser promesas mediáticas, simples espejismos en el desierto de la realidad.
El panorama en materia de seguridad es aún más desolador. La fallida estrategia de “abrazos, no balazos” ha permitido que el crimen organizado se fortalezca y extienda su dominio territorial. Los cárteles operan con impunidad, sometiendo a comunidades enteras bajo su ley. La extorsión, el secuestro y el homicidio se han convertido en la norma en muchas regiones del país. La infiltración del narcotráfico en las instituciones es un cáncer que corroe los cimientos del Estado. Es urgente reconocer la gravedad del problema y actuar con firmeza, dejando atrás la simulación que ha costado miles de vidas.
El sistema de salud prometido, un supuesto modelo nórdico, es una burla para los millones de mexicanos que no tienen acceso a servicios básicos. Las familias se ven obligadas a asumir los costos de una atención médica que el Estado les niega. El centralismo, la opacidad y la propaganda han sustituido la planeación estratégica y el respeto a las instituciones.
México no solo se ha estancado, ha retrocedido. El gobierno se aferra a un discurso triunfalista, mientras la realidad se impone con crudeza. Es tiempo de un cambio de rumbo, un cambio valiente que rescate a nuestro país del abismo al que lo han conducido.
Fuente: El Heraldo de México