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9 de septiembre de 2025 a las 15:05

Zonas sísmicas: Guía paso a paso

La memoria colectiva de la Ciudad de México aún vibra con el eco de los sismos de 1985 y 2017. Aquellas fechas, grabadas a fuego en el calendario cívico, nos recuerdan la fragilidad ante la fuerza de la naturaleza y la importancia de la prevención. Si bien la tecnología ha avanzado a pasos agigantados, con la Alerta Sísmica brindándonos segundos cruciales para reaccionar, la preparación y el conocimiento del entorno siguen siendo nuestras mejores herramientas.

Entender la geografía de la capital, sus zonas de mayor vulnerabilidad, es esencial. El investigador Carlos Valdés González, del Instituto de Geofísica de la UNAM, nos recuerda que México se encuentra en una de las zonas sísmicas más activas del planeta, una encrucijada de placas tectónicas. La placa de Cocos, interactuando con la Norteamericana, es la principal responsable de los sismos que sentimos en la Ciudad de México, aunque el epicentro se encuentre a kilómetros de distancia.

Pero la intensidad con la que percibimos estos movimientos telúricos no se debe únicamente a la lejanía del epicentro. La composición del suelo, herencia del antiguo Lago de Texcoco, amplifica las ondas sísmicas, convirtiendo a la ciudad en una especie de caja de resonancia. Este factor geológico es la base de la clasificación oficial de zonas sísmicas, detallada en el Reglamento de Construcciones de la Ciudad de México. No todas las colonias, no todas las alcaldías, viven el mismo riesgo.

Para una comprensión más profunda de nuestra ubicación y el nivel de riesgo al que estamos expuestos, el Atlas Nacional de Riesgo, elaborado por el Gobierno de México, se convierte en una herramienta invaluable. Introduciendo la dirección exacta de nuestro hogar, podemos conocer la zona sísmica a la que pertenecemos, permitiéndonos tomar decisiones informadas y fortalecer nuestras medidas de seguridad.

La prevención no se limita a conocer el mapa de riesgos. Protección Civil nos insta a prepararnos antes, durante y después de un sismo. Elaborar un plan familiar de Protección Civil, con rutas de evacuación claras y zonas de seguridad identificadas, es el primer paso. Realizar simulacros periódicos nos permite poner a prueba la eficacia del plan y medir el tiempo de respuesta. Una mochila de emergencia, con documentos importantes, agua, linterna, radio y un botiquín básico, debe estar siempre a la mano.

Durante el sismo, la calma es nuestra mejor aliada. Seguir las rutas de evacuación preestablecidas, evitar el uso de elevadores y proteger la cabeza son acciones fundamentales. El pánico colectivo, con sus empujones y carreras descontroladas, puede generar más peligro que el propio movimiento sísmico. En espacios abiertos, alejarse de cables, postes y vidrios rotos es crucial.

Después del sismo, la precaución debe continuar. Revisar el estado del inmueble antes de reingresar, cerrar las llaves de gas y agua en caso de fugas, son medidas que pueden prevenir accidentes posteriores. Mantenerse informado a través de fuentes oficiales, como la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), es fundamental para evitar la propagación de rumores y desinformación. La preparación, la información y la calma son los pilares de nuestra resiliencia ante los desafíos sísmicos.

Fuente: El Heraldo de México