
9 de septiembre de 2025 a las 12:45
Tláhuac: Un viaje por la memoria
El asfalto de la avenida Tláhuac narra una historia milenaria, un susurro que viaja desde los antiguos lagos del sur hasta el bullicio contemporáneo de la Ciudad de México. Imaginen las huellas de los primeros habitantes, surcando senderos que conectaban los islotes y chinampas, tejiendo una red vital para el sustento de comunidades enteras. El INAH nos recuerda la maestría de aquellos ingenieros prehispánicos, capaces de controlar las aguas con albarradones, acequias y represas, un conocimiento que permitió el florecimiento de asentamientos como Xochimilco y la propia Tláhuac, cuyo nombre, proveniente del náhuatl, nos habla de un profundo respeto por el agua: “Lugar que Cuida el Agua”, un legado que resuena aún en nuestros días.
La llegada de los españoles marcó un nuevo capítulo en esta historia. Las antiguas calzadas prehispánicas, adaptadas y transformadas, se convirtieron en las arterias de la colonia. La avenida Tláhuac, tal como la conocemos hoy, es heredera directa de esa transformación, la continuación de un camino que unía México con Tulyehualco, un vínculo palpable entre dos mundos.
Los siglos XIX y XX trajeron consigo la modernidad y la urbanización. El pavimento remplazó la tierra, las calles se ensancharon y el sur-oriente de la ciudad comenzó a expandirse. Documentos y estudios académicos revelan las intervenciones que consolidaron a la avenida Tláhuac como un eje fundamental de conexión entre los pueblos ribereños y la capital. Más recientemente, la Línea 12 del Metro ha redefinido su fisonomía y su función, convirtiéndola en un punto neurálgico para la movilidad, un crisol donde convergen viajes locales y tránsitos de larga distancia, un reto y una oportunidad para las políticas de movilidad de la ciudad.
La expansión urbana, sin embargo, ha generado tensiones. El paisaje agrícola y las trazas coloniales se han visto modificados, absorbidos por la vorágine de la ciudad. Los canales y chinampas que alguna vez rodearon los asentamientos han dado paso a vialidades, mercados y nuevas construcciones. A pesar de esta transformación, la geografía ha dejado su huella indeleble. La persistencia de prácticas productivas en ciertas áreas nos recuerda la importancia de la tierra y el agua en la identidad de Tláhuac.
A lo largo del siglo XX, el sistema de transporte de la avenida Tláhuac experimentó una metamorfosis. De los caminos de terracería y los tranvías tirados por caballos, se pasó a los tranvías eléctricos a mediados de siglo. La creciente urbanización trajo consigo la proliferación de autobuses y microbuses, ofreciendo una alternativa más accesible para la población en constante crecimiento de zonas como Iztapalapa y Santa Catarina. El automóvil particular, aunque lentamente, también comenzó a ganar terreno.
El siglo XXI trajo la modernidad con la Línea 12 del Metro, inaugurada en 2012. Esta nueva línea conectó directamente Tláhuac con el centro de la ciudad, reduciendo drásticamente los tiempos de traslado y aliviando, al menos en parte, la saturación del transporte público superficial. La infraestructura vial también se modernizó: semáforos, ciclovías y rutas peatonales se integraron al paisaje urbano, consolidando a la avenida Tláhuac como un eje crucial para la movilidad del sur-oriente de la capital.
Hoy, al recorrer la avenida Tláhuac, podemos sentir la presencia del pasado. Cada rincón, cada esquina, nos susurra historias de transformaciones, de adaptaciones, de una comunidad que ha sabido conservar su identidad a pesar del paso del tiempo. Una historia que nos invita a reflexionar sobre nuestro presente y a construir un futuro que honre el legado de quienes nos precedieron. La avenida Tláhuac es, sin duda, un tesoro histórico de la Ciudad de México, un testimonio vivo de la evolución de una ciudad y su gente.
Fuente: El Heraldo de México