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9 de septiembre de 2025 a las 12:35
El oscuro legado de las Poquianchis
La sombra de Las Poquianchis se extiende nuevamente sobre México, no en la realidad, sino en la pantalla, gracias a la visión de Luis Estrada. El director, conocido por su agudo humor negro y su crítica social implacable, se sumerge en la novela de Jorge Ibargüengoitia, "Las muertas", para desenterrar una historia que, aunque ocurrida décadas atrás, resuena con una perturbadora actualidad. No se trata simplemente de recrear los crímenes de las hermanas Baladro, sino de diseccionar el México profundo, el que se esconde tras la fachada de la moral y las buenas costumbres.
Estrada nos presenta un escenario donde la corrupción, la impunidad y la avaricia son los cimientos de una sociedad enferma. Las fuerzas vivas, la iglesia, el poder judicial, la clase política, todos ellos cómplices, directa o indirectamente, de la tragedia que se desarrolla. El director no se limita a señalar con el dedo, sino que nos invita a mirarnos en el espejo, a reconocer en esos personajes, en sus miserias y ambiciones, un reflejo de nuestra propia realidad.
Arcángela y Serafina Baladro, interpretadas con maestría por Arcelia Ramírez y Paulina Gaitán, se convierten en el epicentro de esta espiral de horror. Sus burdeles son el escenario donde se desatan las pasiones más bajas, donde la vida de las mujeres se convierte en una mercancía, un objeto de consumo para una sociedad ávida de placeres oscuros. Pero no son las únicas culpables. Simón Corona, el panadero interpretado por Alfonso Herrera, se ve arrastrado por la corriente, su relación con Serafina lo convierte en un engranaje más de la maquinaria criminal. Y el Capitán Bedoya, encarnado por Joaquín Cosío, representa la corrupción institucionalizada, la que mira para otro lado a cambio de un puñado de monedas.
La adaptación de Estrada y su equipo de guionistas va más allá de la simple recreación de los hechos. Se adentra en la psicología de los personajes, en las motivaciones que los llevan a cometer actos tan atroces. Explora la doble moral, la hipocresía, la ceguera colectiva que permite que la tragedia se desarrolle a plena luz del día. El humor negro, marca registrada del director, se convierte en una herramienta para diseccionar la realidad, para exponer las heridas purulentas de una sociedad que se niega a confrontar sus demonios.
Alfonso Herrera destaca la importancia de "Las muertas" dentro de la filmografía de Estrada, considerándola la raíz de su obsesión por retratar la mexicanidad en toda su crudeza. Es una obra que anticipa la pentalogía del director, su mirada ácida y apocalípticamente hilarante sobre el México contemporáneo. Joaquín Cosío, por su parte, subraya la maestría de Estrada para combinar la comedia con la violencia, creando una atmósfera opresiva, donde la risa se mezcla con el horror.
"Las muertas" no es solo una serie sobre un caso criminal. Es un espejo que nos refleja como sociedad, que nos obliga a confrontar nuestras propias contradicciones, nuestras propias zonas oscuras. Es una obra incómoda, provocadora, que nos deja con la sensación de haber presenciado algo más que una simple historia de ficción. Es una inmersión en las entrañas de un México que, a pesar del paso del tiempo, sigue luchando contra sus propios fantasmas.
Fuente: El Heraldo de México