
8 de septiembre de 2025 a las 09:40
Nuevo Rumbo en el Pentágono
La decisión del presidente Trump de renombrar el Pentágono como Departamento de Guerra ha generado una onda expansiva que resuena mucho más allá de las paredes del icónico edificio. No se trata simplemente de un cambio cosmético, de una palabra por otra. Es un gesto cargado de simbolismo, un eco de tiempos pasados que evoca una postura más agresiva en el escenario global. ¿Se trata de una simple declaración de intenciones o del preludio de un cambio profundo en la política exterior estadounidense?
El argumento esgrimido por el gobierno, que el nuevo nombre proyecta una imagen de mayor fortaleza y determinación, resulta, como mínimo, controvertido. Para muchos, "Departamento de Defensa" implicaba precisamente eso: la defensa de los intereses nacionales, un concepto que abarca mucho más que la simple capacidad militar. La defensa implica diplomacia, cooperación internacional, y la prudencia en el uso de la fuerza. El cambio de nombre, por el contrario, parece sugerir una priorización de la acción militar, una predisposición a la ofensiva que inquieta a muchos, tanto dentro como fuera de las fronteras estadounidenses.
El Pentágono, más allá de su función militar, ha desempeñado un papel crucial en la historia social de Estados Unidos. Ha sido un motor de integración racial, un bastión contra la paranoia anticomunista del Macartismo, y una vía de movilidad social para jóvenes de orígenes humildes. Su influencia se extiende a la investigación científica, al desarrollo tecnológico, y a la inteligencia. Con un presupuesto que supera el PIB de la mayoría de los países del mundo, su impacto en la sociedad estadounidense es innegable.
La figura del Secretario de Defensa, Pete Hegseth, emerge como un personaje clave en este cambio de paradigma. Su retórica belicista, su énfasis en la "máxima letalidad" y su desprecio por la "legalidad tibia" dibujan un panorama preocupante. La formación de "guerreros", no de "defensores", la promesa de "desatar las manos" de los militares para ejercer la violencia, son frases que resuenan con un tono inquietantemente agresivo.
Este cambio de nombre, unido a la restitución de nombres de militares confederados en bases militares, parece indicar un cambio ideológico más profundo. El debate sobre el papel de las fuerzas armadas en la sociedad estadounidense se intensifica. El uso de la Guardia Nacional para controlar protestas internas, la creciente intervención en asuntos políticos internacionales, y el aparente distanciamiento de sus aliados tradicionales, son síntomas de una transformación que trasciende lo meramente semántico.
El futuro del ahora Departamento de Guerra, y su impacto en el equilibrio geopolítico global, son interrogantes que permanecen abiertos. Lo que es innegable es que la decisión de Trump ha abierto una caja de Pandora, desatando una cascada de preguntas y preocupaciones sobre el rumbo que tomará la política exterior estadounidense en los próximos años. ¿Será este un retorno a un intervencionismo más agresivo? ¿Un abandono del multilateralismo en favor de una política unilateral? El tiempo, y las acciones del gobierno estadounidense, nos darán la respuesta.
Fuente: El Heraldo de México