
8 de septiembre de 2025 a las 03:55
Motocicleta devorada por socavón en Coyoacán
La Ciudad de México, una metrópolis vibrante y en constante movimiento, esconde bajo su asfalto un peligro latente: los socavones. El reciente incidente protagonizado por Amauri Omar, un motociclista de 30 años, nos recuerda la fragilidad del terreno que pisamos. Imaginen la escena: Avenida División del Norte, en la transitada alcaldía de Coyoacán, un día aparentemente normal. De pronto, la tierra cede bajo las ruedas de la motocicleta de Amauri, una máquina negra con amarillo que en un instante pasa de dominar el asfalto a quedar atrapada en las fauces de un agujero de dos metros de largo por uno de ancho.
Afortunadamente, Amauri Omar salió ileso, una suerte que contrasta con la imagen impactante de su vehículo: casi vertical dentro del socavón, con solo la llanta trasera y la placa del Estado de México asomando, un testimonio silencioso de la profundidad del hundimiento. La escena, ocurrida en la calle Coroco, colonia San Diego Churubusco, rápidamente atrajo la atención de vecinos, comerciantes y automovilistas, quienes, solidarios, se unieron para auxiliar al motociclista. Una muestra de la fraternidad que, a pesar del caos citadino, aún prevalece.
Las 11:45 horas marcaron el reloj cuando el reporte llegó a la Secretaría de Seguridad Ciudadana, activando la movilización de los cuerpos de seguridad. La rápida respuesta, crucial en estos casos, permitió asegurar la zona y prevenir mayores incidentes. Pero, ¿qué causó este socavón? Las primeras hipótesis apuntan a un problema en un registro subterráneo. Las varillas que se asoman del hoyo sugieren un fallo estructural más profundo, una señal de alarma que exige la atención inmediata de las autoridades competentes. Un trafitambo, solitario guardián del peligro, se yergue ahora en el lugar, una advertencia para los conductores que transitan por la zona.
Este incidente nos invita a reflexionar sobre la compleja realidad subterránea de la ciudad. Los socavones, esas repentinas depresiones en el terreno, son un recordatorio de la constante interacción entre la naturaleza y la obra humana. Su formación se debe a una variedad de factores, desde la erosión del suelo por corrientes subterráneas hasta la ruptura de tuberías o la deficiente compactación del terreno. Su tamaño es impredecible, pudiendo variar desde pequeños hundimientos hasta enormes cavidades capaces de engullir vehículos e incluso afectar edificaciones.
La prevención es clave. Ante la presencia de un socavón, la prudencia debe ser nuestra guía. Evitar acercarse al área afectada, reportar el incidente a las autoridades y seguir sus instrucciones son medidas fundamentales para garantizar nuestra seguridad y la de los demás. La Ciudad de México, con su historia y su dinámica geología, nos presenta desafíos constantes. Aprender a convivir con ellos, a respetarlos y a tomar las precauciones necesarias es parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos. El caso de Amauri Omar, aunque afortunadamente sin consecuencias graves, sirve como una llamada de atención para reforzar la vigilancia y el mantenimiento de nuestra infraestructura urbana, y para recordar que, bajo la superficie, la ciudad también tiene su propia vida, una vida que debemos comprender y respetar.
Fuente: El Heraldo de México