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8 de septiembre de 2025 a las 04:35

Indignante: Salchichas envenenadas atacan Puebla

La sombra de la crueldad se cierne sobre Izúcar de Matamoros. Un acto inhumano, dirigido presuntamente a la eliminación de perros callejeros, ha puesto al borde de la muerte a un hombre en situación de calle. Ángel “N”, nombre que esconde un drama de vulnerabilidad y desamparo, se convirtió en la víctima inesperada de una práctica tan cobarde como peligrosa: el envenenamiento indiscriminado. Imaginen la escena: un hombre convulsionando en la vía pública, su cuerpo luchando contra un veneno invisible, mientras la indiferencia de la ciudad se resquebraja ante el grito silencioso de su dolor. Fueron los vecinos, testigos de la tragedia en desarrollo, quienes activaron la cadena de auxilio. Su llamada al 911, un gesto de humanidad en medio de la barbarie, se convirtió en la línea que separaba a Ángel de la muerte.

La respuesta de los paramédicos fue inmediata. La imagen del hombre, con signos inequívocos de intoxicación, confirmaba la gravedad de la situación. Cada minuto contaba, cada segundo era una batalla contra el veneno que corría por sus venas. El Hospital General de Izúcar de Matamoros se convirtió en el escenario de una lucha desesperada por la vida. Los médicos, con la precisión y la dedicación que los caracteriza, confirmaron el diagnóstico: intoxicación aguda, probablemente causada por la ingesta de alimentos contaminados. Mientras Ángel luchaba por su vida en una cama de hospital, en las calles de Izúcar de Matamoros se libraba otra batalla. Protección Civil y la Policía Municipal, en una carrera contra el tiempo, peinaban la zona en busca de más rastros del veneno letal. Su misión: evitar que la tragedia se repitiera, proteger a otros seres vivos, humanos o animales, de un destino similar al de Ángel.

La pregunta que resuena en las calles de Izúcar de Matamoros es desgarradora: ¿quién es capaz de semejante acto de crueldad? ¿Quién, en su sano juicio, puede esparcir veneno en la vía pública, poniendo en riesgo la vida de cualquier ser vivo que se cruce en su camino? La búsqueda de los responsables se ha convertido en una prioridad. Las autoridades trabajan incansablemente para identificar a quienes se esconden tras este acto cobarde, para que la justicia se imponga y la impunidad no se convierta en un aliciente para futuras atrocidades.

Mientras tanto, Ángel “N” sigue luchando. Su pronóstico es reservado, su futuro incierto. Su vida pende de un hilo, dependiendo de la respuesta de su cuerpo al tratamiento, de la fortaleza de su espíritu para aferrarse a la existencia. Su caso se convierte en un símbolo, un reflejo de la vulnerabilidad de quienes viven en la calle, de la indiferencia que a menudo los rodea, de la crueldad que puede acechar en los rincones más oscuros de nuestra sociedad. La historia de Ángel “N” es un llamado a la reflexión, una invitación a la empatía, un recordatorio de que la vida, en todas sus formas, merece respeto y protección. Es una historia que nos obliga a preguntarnos: ¿qué tipo de sociedad estamos construyendo? ¿Una sociedad donde la vida de un hombre en situación de calle vale menos que la de un perro? La respuesta, sin duda, está en nuestras manos.

Fuente: El Heraldo de México