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8 de septiembre de 2025 a las 15:05

Castillo: el héroe antisismos

La Ciudad de México, una urbe imponente construida sobre los vestigios de la antigua Tenochtitlán, ha aprendido a convivir con la amenaza constante de los sismos. La historia nos ha dado lecciones dolorosas, como la tragedia de 1985, donde miles de vidas se perdieron bajo los escombros. Sin embargo, de las cenizas de la destrucción surgió una nueva conciencia, una comprensión profunda de la necesidad de prepararse para lo inevitable. La diferencia en la letalidad entre los sismos de 1985 y 2017, a pesar del crecimiento poblacional, no es casualidad, es el resultado de un esfuerzo conjunto que combina la educación, la prevención y la genialidad de mentes visionarias como la del ingeniero Heberto Castillo.

La capacitación en Protección Civil se ha convertido en un pilar fundamental en la vida de los capitalinos. Simulacros constantes y una educación exhaustiva han sembrado una cultura de la prevención, preparando a la población para reaccionar de manera eficaz ante la emergencia. Pero la preparación no se limita a la respuesta inmediata, también se extiende a la planificación urbana y las normas de construcción.

Heberto Castillo, ingeniero, inventor y político comprometido, comprendió la intrincada relación entre la ciudad y el lago que la sustenta. Su visión, casi profética, lo llevó a analizar la distribución de los daños del sismo de 1985, observando que los edificios colapsados no se distribuían al azar. Con la ayuda del arquitecto Benjamín Romano, Castillo sobrepuso un mapa de la antigua Tenochtitlán sobre una fotografía aérea de la Ciudad de México. La revelación fue asombrosa: los edificios que resistieron el embate sísmico se encontraban, en su mayoría, sobre los antiguos islotes y calzadas de la ciudad prehispánica, mientras que los que sucumbieron se asentaban sobre el antiguo lecho lacustre.

Este descubrimiento crucial llevó a Castillo a desarrollar el concepto de "espectro de sitio", una idea revolucionaria que reconoce la heterogeneidad del subsuelo de la ciudad. A diferencia de las normas anteriores, que consideraban el suelo de la capital como una entidad homogénea, Castillo demostró que la dinámica del terreno varía considerablemente debido a la compleja topografía del antiguo lago. Montañas, valles, depósitos de lodo e incluso vestigios arqueológicos crean un mosaico de condiciones que influyen directamente en la respuesta de las estructuras ante un sismo.

Las normas complementarias de construcción, impulsadas por Castillo tras el sismo de 1985, introdujeron la obligatoriedad de realizar un estudio de espectro de sitio para cualquier edificación de cierta altura. Esta medida, pionera en su momento, ha sido reconocida internacionalmente como un factor clave en la reducción de la letalidad de los sismos posteriores. Sin embargo, la labor no termina ahí. La constante evolución de la ciudad, el crecimiento demográfico y los avances tecnológicos exigen una actualización continua de las normas de construcción. El sismo de 2017, si bien menos devastador que el de 1985, puso de manifiesto la necesidad de revisar y actualizar las normas existentes, especialmente para las edificaciones construidas antes de su implementación.

La prevención, la educación y la investigación son las herramientas que nos permiten convivir con la realidad sísmica de la Ciudad de México. El legado de Heberto Castillo, su visión innovadora y su compromiso con la seguridad de la ciudad, nos recuerda la importancia de aprender del pasado para construir un futuro más resiliente. La Ciudad de México, erigida sobre un lago y sometida a la fuerza implacable de la naturaleza, se yergue como un ejemplo de adaptación y perseverancia, un testimonio de la capacidad humana para transformar la adversidad en oportunidad. La prevención no es un gasto, es una inversión en vida.

Fuente: El Heraldo de México