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8 de septiembre de 2025 a las 07:45

Amores Perros: 25 años de mordidas

Veinticinco años. Un cuarto de siglo. Parece mentira que haya pasado tanto tiempo desde que Amores Perros irrumpió en la escena cinematográfica, no solo mexicana, sino mundial. La crudeza de sus imágenes, la potencia de sus diálogos y la complejidad de sus personajes entrelazados, como perros en una cadena invisible de destino, siguen resonando hoy con la misma fuerza. Guillermo Arriaga, el arquitecto narrativo de esta obra maestra, nos concede el privilegio de adentrarnos en su mente creativa, en ese laberinto donde nacen historias que, como la de Amores Perros, trascienden fronteras y generaciones.

Es fascinante cómo Arriaga describe su proceso creativo, una especie de arqueología de la narrativa donde él mismo se convierte en explorador de mundos desconocidos. No hay mapas, no hay brújulas, solo la intuición y la chispa inicial que lo guía a través de la maraña de posibilidades. Una forma de crear que se asemeja a la vida misma, donde a menudo nos encontramos improvisando, descubriendo el camino a medida que avanzamos. Y en esa improvisación, en esa búsqueda constante, radica la magia de sus historias.

Amores Perros no solo fue un éxito de taquilla, fue un fenómeno cultural. Una película que nos mostró el rostro oculto de la Ciudad de México, sus contradicciones, su belleza y su violencia. Una ciudad palpitante, un organismo vivo donde las historias se cruzan y se entrelazan, igual que los personajes de la película. Y es precisamente esa universalidad, esa capacidad de conectar con lo más profundo del ser humano, lo que explica su vigencia a pesar del paso del tiempo. Jóvenes de diferentes culturas, de distintos rincones del planeta, se ven reflejados en las historias de Amores Perros, en sus amores, sus pérdidas y sus luchas.

Pero la violencia, ese tema recurrente en la obra de Arriaga, va más allá de las calles de la Ciudad de México. Es una constante en la historia de la humanidad, una sombra que nos acecha, una fuerza destructiva que puede emerger en cualquier momento, en cualquier lugar. Y en su nueva novela, El Hombre, Arriaga explora las raíces de esa violencia, la forma en que se construye el poder a través de la imposición y el miedo. Un tema incomodamente actual, que nos obliga a reflexionar sobre el estado de nuestro país y del mundo.

Arriaga habla de "puntos de quiebre", de momentos cruciales en la historia de las naciones donde las tensiones acumuladas estallan, dando lugar a la violencia. Y nos invita a preguntarnos: ¿Estamos en un punto de quiebre? ¿Hemos llegado a ese límite donde la frágil paz se rompe en mil pedazos? Preguntas incómodas, sin respuestas fáciles, que nos interpelan como sociedad.

El Hombre, la nueva obra de Guillermo Arriaga, nos espera en las librerías. Una oportunidad para sumergirnos en el universo narrativo de uno de los escritores más importantes de nuestro tiempo, un maestro de la palabra que nos desafía a mirar de frente a la realidad, por más cruda que sea. Una lectura imprescindible para quienes buscan comprender las complejidades del ser humano y el mundo que habitamos.

Fuente: El Heraldo de México