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8 de septiembre de 2025 a las 07:10

¿Adiós Airbnb? Vivienda en NY ¿Más barata?

Dos años después de la implementación de la LL18, la promesa de aliviar la crisis de vivienda en Nueva York se desvanece como un espejismo en el desierto. Lejos de mejorar la situación, la realidad golpea con la contundencia de las estadísticas: rentas disparadas, disponibilidad estancada y un éxodo silencioso de familias latinas y afroamericanas, las más vulnerables ante la voracidad del mercado inmobiliario. La imagen idílica de una ciudad accesible se resquebraja, revelando una profunda cicatriz social y económica.

El índice StreetEasy, implacable termómetro de la realidad neoyorquina, registra un aumento del 8.1% en el precio promedio de los alquileres, alcanzando la astronómica cifra de 3,730 dólares. Una losa insoportable para muchos, que ven cómo sus ingresos se evaporan en el pago de la renta, dejándolos al borde del precipicio financiero y la amenaza constante del desalojo. Y lo más irónico, la disponibilidad de viviendas apenas ha variado. La drástica caída de los alquileres a corto plazo, superior al 90%, no se ha traducido en un alivio para los inquilinos, desmontando el argumento central de la LL18. La oferta habitacional sigue siendo escasa, con una reducción de apenas un 0.5% en las vacantes, un dato que evidencia la ineficacia de la medida para abordar el problema de raíz.

Mientras tanto, las familias de ingresos bajos y medios, especialmente las de origen latino y afroamericano, se ven obligadas a abandonar sus hogares, empujadas por una presión económica asfixiante. Tres millones de neoyorquinos destinan más del 30% de sus ingresos al alquiler, una situación insostenible que los coloca en riesgo de perderlo todo. La ciudad, símbolo de la diversidad y la oportunidad, se transforma en un escenario de desigualdad y desplazamiento, donde la promesa del sueño americano se convierte en una pesadilla.

El impacto de la LL18 no se limita al ámbito residencial. El turismo, motor económico de la ciudad, también se resiente. La falta de opciones de alojamiento asequible ha provocado un aumento desorbitado en los precios de los hoteles, un 12.6% en tan solo dos años, más del triple del promedio nacional. Los visitantes, antes atraídos por la vibrante oferta de alquileres a corto plazo, ahora se enfrentan a una barrera económica que limita sus posibilidades. Los barrios, antes nutridos por el gasto turístico en restaurantes y comercios locales, sufren las consecuencias de la disminución del tráfico peatonal y la consiguiente debilitación de la economía comunitaria.

En este panorama desolador, surge una luz de esperanza: la Intro. 1107, una propuesta de reforma que busca flexibilizar las normas de la LL18 sin comprometer la disponibilidad de vivienda. La iniciativa plantea tres cambios clave: permitir a los propietarios alquilar sus viviendas cuando estén ausentes, ampliar el límite de huéspedes de dos a cuatro y autorizar el uso de cerraduras internas para garantizar la privacidad. Una propuesta que busca encontrar un equilibrio entre la regulación y la necesidad de generar ingresos, escuchando las voces de quienes, como los residentes de Brooklyn, Queens o Bedford-Stuyvesant, dependían de los alquileres a corto plazo para cubrir sus hipotecas y mantener sus hogares. La LL18, en su intento de solucionar un problema, ha creado otros. La Intro. 1107 se presenta como una oportunidad para rectificar el rumbo y construir una ciudad más justa y habitable para todos. El futuro de Nueva York depende de ello.

Fuente: El Heraldo de México