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7 de septiembre de 2025 a las 09:05

El Chairo Aspiracional: ¿Virtud o Hipocresía?

La dolce vita a la mexicana, versión 4T. ¿Recuerdan aquellos tiempos en que el éxito empresarial se medía en yates, puros habanos y viajes a paraísos fiscales? Pues olvídenlo. La nueva ruta al estrellato económico, al menos en este rincón del mundo, parece estar pavimentada con huipiles, austeridad republicana (aparente, claro está) y una habilidad casi mística para conseguir contratos públicos.

No nos engañemos, ser empresario en México siempre ha sido una carrera de obstáculos: impuestos, nóminas, sindicatos, trámites burocráticos… un verdadero Vía Crucis. Y si a eso le sumamos la "mordida" ocasional, la extorsión (a veces disfrazada de "cooperación voluntaria") y la eterna danza de favores con el funcionario en turno, el panorama se torna, digamos, poco alentador.

Pero he aquí que surge una nueva esperanza, una vía rápida y —sorprendentemente— relajada hacia la prosperidad: abrazar la 4T. Sí, leyeron bien. El "aspiracionismo chairo", como podríamos llamarlo, ha demostrado ser un camino mucho más eficiente que el tradicional esfuerzo empresarial.

¿Ejemplos? Sobran. Ahí tenemos al mago chocolatero, cuya fábrica, misteriosamente invisible para el consumidor promedio, se ha convertido en la gallina de los huevos de oro gracias a jugosos contratos gubernamentales. ¿Un viajecito a Japón con escala en Prada con un sueldo de 80 mil pesos? Un mero capricho, una minucia.

O qué tal los virtuosos de la austeridad republicana, capaces de degustar la champaña más exclusiva (esa que solo regalan a quienes gastan un millón de pesos en cierta joyería) con la misma naturalidad con la que predicaban la pobreza franciscana. Coherencia ante todo.

Y no podemos olvidar a la aguerrida vecina que, tras años de mentarle la madre al establishment desde la comodidad de su barrio de clase media-media, ahora se pasea en Suburban, luciendo un elegante huipil (un tanto incómodo, suponemos, a la hora de arrodillarse ante alguna deidad prehispánica) y disfrutando de las mieles del poder.

Pero la joya de la corona, el epítome del éxito chairo, es sin duda el intelectual orgánico que, tras años de militancia revolucionaria, de fotos con Maduro y tuits incendiarios contra el imperialismo yanqui, ahora defiende su mansión de 12 millones de pesos (comprada, claro está, con una cómoda hipoteca, porque en Tépoz no existe la propiedad privada, ¿verdad?) con argumentos que harían sonrojar al mismísimo Milton Friedman. Y por si las palabras no fueran suficientes, ahí está la Guardia Nacional, velando por su seguridad, protegiéndolo de los malvados priistas y los comuneros disidentes.

En fin, la prosperidad chaira es un club selecto, una especie de masonería tropical donde el mérito se mide en lealtad al régimen y la habilidad para navegar las turbulentas aguas de la política. Un cambio de manos, como dirían algunos. Un cambio donde la creación de empleos y el desarrollo económico son meros detalles sin importancia.

Fuente: El Heraldo de México