
5 de septiembre de 2025 a las 05:15
Protege tu legado, aunque creas que no hay nada que dejar.
La vida, un viaje impredecible, nos enseña que lo verdaderamente valioso a menudo es intangible. Más allá de las posesiones materiales, existe un legado que trasciende lo físico y que, al igual que una joya preciada, debe ser protegido: nuestro legado personal. Si bien casas, autos y cuentas bancarias conforman una parte de nuestra herencia, existen otros aspectos, igual de importantes, que merecen ser considerados al momento de planificar nuestro futuro y el de nuestros seres queridos. Hablamos de los derechos de autor, la imagen personal, la voz, el video, e incluso, el honor. Elementos que, aunque invisibles, conforman la esencia de quiénes somos y cómo queremos ser recordados.
Imaginemos por un instante la tranquilidad que podemos brindar a nuestra familia al evitarles complicaciones legales en el futuro. Nombrar sucesores testamentarios no solo facilita la gestión de un crédito o el cobro de regalías, sino que también protege nuestros derechos sobre obras, invenciones y hasta nuestra propia imagen, incluyendo voz y video. Es un acto de previsión que, como un faro en la noche, guía a nuestros seres queridos en momentos difíciles.
El testamento, lejos de ser un documento exclusivo para quienes poseen grandes fortunas, se convierte en una herramienta fundamental para gestionar no solo los bienes, sino también las obligaciones. El abogado Teodoro Serralde, experto en derecho y seguridad de empresas, nos explica que "muchas veces, un acreedor puede solicitar la apertura de la sucesión testamentaria para determinar quiénes serán los responsables de las obligaciones pendientes". El testamento, en este sentido, se presenta como un escudo protector para nuestra familia, evitando que hereden deudas o cargas que no les corresponden.
Pero el alcance del testamento va más allá. Pensemos en aquellos artistas, inventores o creadores cuyo trabajo, quizá incomprendido en vida, alcanza su máximo esplendor póstumamente. Vincent van Gogh, un ejemplo paradigmático, vivió en la pobreza mientras creaba obras maestras que hoy se cotizan en millones. Su legado, inicialmente invisible a los ojos del mundo, se convirtió en un patrimonio invaluable. El testamento, en estos casos, se erige como garante de los derechos de autor, permitiendo que las futuras generaciones se beneficien del fruto de su trabajo.
Y no olvidemos un aspecto fundamental: el honor. Ese valor intangible que construimos a lo largo de nuestra vida y que, al igual que una obra de arte, merece ser protegido. El testamento nos permite designar a una o varias personas de confianza para que velen por nuestro honor y reputación, garantizando que nuestra memoria sea preservada con respeto y dignidad.
En definitiva, hacer un testamento es un acto de responsabilidad y amor hacia nuestros seres queridos. Es una forma de trascender lo material y dejar un legado que, más allá de los bienes y las fortunas, proteja nuestra esencia, nuestros derechos y nuestro honor. Es una inversión en tranquilidad, una apuesta al futuro y un testimonio de lo que realmente importa en la vida.
Fuente: El Heraldo de México