
5 de septiembre de 2025 a las 09:30
México: ¿Y los resultados, apá?
La narrativa oficial, vestida con cifras y récords, intenta pintar un México en franca recuperación, un país donde la economía florece y la seguridad se fortalece. Sin embargo, esta narrativa choca brutalmente con la realidad que millones de mexicanos experimentan día a día. Más allá de los discursos triunfalistas, persiste una profunda brecha entre las estadísticas gubernamentales y la percepción ciudadana. ¿De qué sirven los números alegres si el miedo sigue siendo un compañero constante en las calles? ¿De qué sirve la supuesta estabilidad macroeconómica si la canasta básica se vuelve cada vez más inaccesible para las familias trabajadoras?
El gobierno presume una baja en los índices delictivos, pero la realidad en las calles cuenta una historia diferente. La violencia, la extorsión y la impunidad siguen azotando a comunidades enteras, sumiéndolas en un ciclo de temor e incertidumbre. La estrategia de seguridad, repetida año tras año, se muestra ineficaz, incapaz de brindar la tranquilidad que la ciudadanía exige. Mientras tanto, el discurso oficial se limita a presentar cifras descontextualizadas, ignorando el clamor de quienes viven con el miedo constante de ser víctimas de la delincuencia.
En el ámbito económico, el optimismo gubernamental contrasta con la precariedad que viven millones de mexicanos. Si bien se habla de inversión extranjera y crecimiento económico, la realidad es que estos beneficios no se traducen en una mejora tangible en la calidad de vida de la población. La inflación, aunque en descenso, sigue impactando severamente en el poder adquisitivo de las familias, que ven cómo sus ingresos se evaporan ante el encarecimiento de los productos básicos. La informalidad laboral, lejos de disminuir, se mantiene como una constante, condenando a millones a la precariedad y la falta de seguridad social.
Los programas sociales, bandera del actual gobierno, se presentan como la solución a la desigualdad. Sin embargo, la entrega de apoyos económicos, aunque necesaria, no es suficiente para resolver los problemas estructurales que aquejan al país. La salud pública se encuentra en un estado crítico, con hospitales desabastecidos y personal médico insuficiente. La educación, pilar fundamental para el desarrollo de cualquier nación, sufre de falta de recursos y de una infraestructura deficiente. Repartir dinero no es sinónimo de construir un futuro mejor; se requiere una inversión real y sostenida en áreas clave como la salud, la educación y la infraestructura.
Finalmente, la preocupación por el rumbo democrático del país es ineludible. La tendencia a debilitar las instituciones, a centralizar el poder y a silenciar las voces disidentes es una señal alarmante. La democracia no se limita a la celebración de elecciones, sino que implica el respeto a la pluralidad, la libertad de expresión y el Estado de Derecho. Un gobierno que se niega a escuchar las críticas y que descalifica a la oposición está erosionando los cimientos mismos de la democracia.
México necesita más que discursos y propaganda. Necesita un gobierno que escuche a su pueblo, que atienda sus demandas y que trabaje incansablemente para construir un país más justo, seguro y próspero. La verdadera transformación no se encuentra en las estadísticas oficiales, sino en la vida cotidiana de los mexicanos. Es hora de dejar atrás la autocomplacencia y de enfocarse en los verdaderos problemas que aquejan a la nación.
Fuente: El Heraldo de México