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5 de septiembre de 2025 a las 09:10

Domina tu tiempo, no dejes que te domine.

Han pasado 28 años desde que la Madre Teresa de Calcuta, ese faro de esperanza en la oscuridad de la indiferencia, nos dejó. Una mujer que trascendió fronteras, nacionalidades y credos, abrazando la humanidad en su forma más vulnerable. Recordarla hoy, en un mundo fragmentado por la polarización y la inmediatez de las redes sociales, es más necesario que nunca. Su vida, dedicada al servicio de los más desposeídos en las calles de Calcuta, nos interpela a reflexionar sobre nuestro propio compromiso con el otro, con aquel que sufre, con aquel que necesita una mano amiga.

La figura de la Madre Teresa, albanesa de nacimiento, india por vocación y ciudadana honoraria de Estados Unidos, se yergue como un símbolo universal de compasión. Su labor incansable, que se extendió por más de cuatro décadas, no se limitó a la atención médica y material, sino que abarcó la dimensión espiritual, reconociendo la dignidad inherente a cada ser humano, incluso en los momentos de mayor fragilidad y dolor. Desde los años 70, su nombre resonó en el mundo entero, convirtiéndose en un referente ético en una época marcada por la vorágine del progreso tecnológico. Precisamente, en ese contexto de modernización acelerada, su mensaje de amor y solidaridad adquirió una relevancia aún mayor, recordándonos que la tecnología no debe alejarnos de nuestra esencia humana, de nuestra capacidad de empatía y de nuestra responsabilidad hacia los demás.

Su beatificación por el Papa Juan Pablo II fue un reconocimiento a su santidad de vida, a su entrega incondicional a los pobres y enfermos. Pero más allá de los títulos y reconocimientos, es su ejemplo de vida, su testimonio de amor en acción, lo que continúa inspirando a generaciones. El Premio Nobel de la Paz, que recibió en 1979, fue un homenaje a su incansable lucha por la justicia social y la paz, un premio que se vio coronado por un discurso memorable, un llamado a la unidad y a la fraternidad que resuena con fuerza en nuestros días.

Es cierto, la polarización nos acecha. Las redes sociales, con su inmediatez y su capacidad de viralización, han amplificado las divisiones, creando trincheras ideológicas que impiden el diálogo y la comprensión. Hemos perdido la capacidad de escuchar al otro, de entender sus razones, de encontrar puntos de encuentro. La descalificación, el insulto y la agresividad se han convertido en moneda corriente en el debate público, mientras que la empatía, la tolerancia y el respeto parecen valores en extinción. Nos hemos encerrado en nuestras burbujas, rodeados de quienes piensan como nosotros, incapaces de ver más allá de nuestras propias convicciones.

¿Cómo recuperar el sentido de comunidad, el respeto por la diferencia, la capacidad de diálogo? La Madre Teresa nos ofrece una respuesta: volviendo la mirada hacia el otro, reconociendo su dignidad y su humanidad, escuchando sus necesidades y ofreciendo nuestra ayuda sin esperar nada a cambio. Su legado nos invita a construir puentes en lugar de muros, a buscar la unidad en la diversidad, a practicar la tolerancia como un camino hacia la paz.

En un mundo cada vez más complejo e interconectado, la figura de la Madre Teresa de Calcuta se presenta como un faro que ilumina el camino hacia una sociedad más justa, más humana y más fraterna. Su mensaje, simple pero profundo, nos recuerda que la verdadera grandeza reside en el servicio a los demás, en la capacidad de amar y de perdonar, en la construcción de un mundo donde todos tengan la oportunidad de vivir con dignidad. Su vida, dedicada por entero a los más necesitados, es un testimonio elocuente de que la compasión y la solidaridad son las fuerzas más poderosas para transformar el mundo. Y, como ella misma decía, nunca estamos tan ocupados como para no pensar en los demás.

Y en medio de este panorama, las noticias políticas, como las que menciona el colaborador Gustavo Rentería, parecen perder relevancia. La visita de Marco Rubio, los supuestos narco-políticos, las especulaciones sobre el gobierno… todo se diluye ante la magnitud del mensaje de la Madre Teresa. Quizá, en lugar de centrarnos en las disputas políticas, deberíamos enfocar nuestra atención en construir un mundo más humano, un mundo donde la compasión y la solidaridad sean los valores que guíen nuestras acciones.

Fuente: El Heraldo de México