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4 de septiembre de 2025 a las 20:05

Tragedia en Lisboa: Mexicana relata el horror

El silencio que siguió al estruendo fue aún más aterrador. Un silencio denso, preñado de la comprensión de que algo terrible acababa de suceder. Ceci, una mexicana que se encontraba a pocos metros del Elevador da Glória en Lisboa, aún recuerda el escalofrío que recorrió su espalda al escuchar el crujido metálico, el grito ahogado de la multitud y, finalmente, el golpe sordo que resonó en el corazón de la ciudad. “Como si un gigante hubiera resoplado con furia”, comenta con la voz aún temblorosa, recordando la escena dantesca.

La polvareda que se levantó tras el impacto lo cubrió todo con un velo fantasmal. La confusión inicial dio paso al pánico. La gente corría en todas direcciones, algunos buscando refugio, otros, impulsados por un heroísmo instintivo, se acercaban al funicular volcado. “Pensamos que era un atentado”, confiesa Ceci, reflejando el temor colectivo que se apoderó de Lisboa en esos instantes. En una ciudad que, afortunadamente, no está acostumbrada a este tipo de tragedias, la idea de un ataque terrorista fue la primera explicación que cruzó por la mente de muchos. El ruido, la violencia del impacto, el polvo que ocultaba la magnitud del desastre, todo contribuía a alimentar esa hipótesis inicial.

Las imágenes que comenzaron a circular por redes sociales, fragmentos de vídeo grabados con teléfonos móviles, mostraban la crudeza del momento. Personas corriendo desesperadamente, rostros pálidos marcados por el horror, el sonido de las sirenas que se acercaban lentamente rompiendo el silencio espectral. “Salieron pálidos, pálidos…”, repite Ceci, recordando a aquellos que, valientemente, se acercaron al funicular para intentar ayudar. La imagen de esos rostros fantasmagóricos, cubiertos de polvo y con la mirada perdida, es una de las que más la atormenta.

La solidaridad lisboeta se manifestó de inmediato. Vecinos de la zona, turistas, comerciantes, todos se volcaron en ayudar a las víctimas. Sin embargo, la magnitud de la tragedia superaba cualquier esfuerzo individual. "No pudieron hacer nada…", lamenta Ceci con la voz entrecortada, describiendo la impotencia de quienes presenciaron el accidente. La espera por los servicios de emergencia se hizo eterna. Ceci recuerda la angustia de esos minutos, la sensación de que el tiempo se detenía mientras la vida de las víctimas pendía de un hilo. “La primera patrulla llegó como a los 8 o 10 minutos… solo dos policías…”, relata con precisión, subrayando la precariedad de la respuesta inicial. “La ambulancia tardó aún más…”, añade, con un dejo de amargura en la voz.

Hoy, el Elevador da Glória, un símbolo de Lisboa, se ha convertido en un lugar de luto. Las flores que la gente deposita en el lugar del accidente son un testimonio silencioso del dolor colectivo. Un dolor compartido por toda la ciudad, por Portugal y por el mundo entero. La tragedia ha dejado una profunda herida en el corazón de Lisboa, una herida que tardará mucho en cicatrizar. Mientras tanto, el testimonio de Ceci, y de tantos otros testigos, nos recuerda la fragilidad de la vida y la importancia de la solidaridad en momentos de tragedia. El eco del estruendo, el silencio que le siguió, y las flores que ahora cubren el lugar del accidente, son un recordatorio permanente de la tragedia que enlutó a Lisboa. Un recordatorio que, sin duda, marcará para siempre la memoria de la ciudad.

Fuente: El Heraldo de México