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4 de septiembre de 2025 a las 09:30

Taipei: De las palabras a la acción

La colaboración entre universidad e industria en la era de la Inteligencia Artificial (IA) y la IA Generativa (GenAI) ya no es una opción, sino una necesidad imperante. La reciente experiencia en el taller del grupo Asia-Pacífico de Cooperación Económica (APEC) en Taipéi, del 27 y 28 de agosto, nos brinda una hoja de ruta clara para cerrar la brecha existente y catapultar a México hacia un futuro de innovación y desarrollo tecnológico.

La clave reside en la gobernanza multinivel con liderazgo local. No se trata de centralizar, sino de empoderar a las regiones, dotándolas de las atribuciones necesarias para impulsar la innovación desde sus propias realidades. Esto requiere una coordinación interministerial fluida, que evite duplicidades y optimice los recursos, dirigiendo los apoyos a la demanda real del sector productivo. Los "sandboxes" regulatorios, espacios de experimentación controlados, emergen como herramientas cruciales para aprender rápidamente de la experiencia, adaptar las normativas al vertiginoso avance tecnológico y escalar las soluciones exitosas.

El co-diseño curricular con la participación activa de las empresas es fundamental. Necesitamos formar profesionales con las habilidades que demanda el mercado laboral, y esto solo se logra con una estrecha colaboración entre academia e industria. La certificación acelerada de proveedores y la evaluación pública de resultados son piezas clave para garantizar la calidad y la transparencia en todo el proceso.

La visita a Taipéi no se limitó a la teoría. La agenda incluyó una inmersión en la práctica, con presentaciones de socios industriales, recorridos por laboratorios y talleres, y la observación directa de proyectos estudiantiles vinculados a necesidades reales de la industria. La experiencia taiwanesa demuestra que la triple hélice (academia, industria y gobierno) funciona cuando hay responsables claros, presupuesto asignado, un calendario definido y métricas de evaluación. De lo contrario, la innovación se queda en buenas intenciones.

México debe tomar nota y actuar con decisión. Proponemos cinco tareas concretas: Primero, crear una agencia nacional que orqueste los trámites de permisos, la disponibilidad de suelo industrial, el acceso a energía y agua, con ventanillas únicas que acompañen al inversionista en todo el proceso y con indicadores públicos que midan la eficiencia y la eficacia de la gestión. Segundo, implementar incentivos sectoriales que premien la inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), la calidad y el cumplimiento normativo, utilizando las compras públicas innovadoras como palanca para impulsar la adopción de nuevas tecnologías. Tercero, promover el uso de credenciales digitales y trayectorias formativas flexibles que faciliten la movilidad de técnicos y estudiantes, tanto a nivel nacional como dentro del marco del APEC. Cuarto, fortalecer la vinculación entre universidades y empresas mediante el co-diseño de currículos, estancias en planta, prácticas obligatorias y el uso compartido de laboratorios. Quinto, establecer una gobernanza de clústeres orientada a resultados, con metas anuales verificables en áreas clave como certificaciones, productividad, contenido nacional y empleo técnico.

No se trata de copiar modelos ajenos, sino de adaptarlos a nuestra realidad, con disciplina y rigor en la medición de resultados. Debemos dejar de competir únicamente por costos y enfocarnos en la confiabilidad y la escalabilidad, especialmente en sectores estratégicos como semiconductores, movilidad eléctrica, dispositivos médicos y logística avanzada. Si México adopta esta lógica, el nearshoring dejará de ser una coyuntura para convertirse en una política de Estado.

La clave está en la ejecución. Necesitamos menos promesas y más resultados medibles, menos anuncios y más ingenieros, técnicos y proveedores certificados, menos burocracia y más prototipos que salgan del laboratorio y lleguen a la línea de producción. Desde el Centro APEC del CIDE seguiremos impulsando esta visión, con un tablero público que mida el progreso trimestralmente, una instancia de coordinación que resuelva las fricciones y un pacto sólido entre academia, industria y gobierno que transforme el talento en productividad y la productividad en mejores salarios, contribuyendo así al desarrollo integral del país.

Fuente: El Heraldo de México