La angustia se palpa en el aire de Los Tablones, Jarabacoa. Cinco largos meses han transcurrido desde que la risa de Roldanis Celdrón, de tan solo 3 años, se apagó en el patio donde jugaba con sus amigos. Cinco meses de una búsqueda incansable, cinco meses de un silencio oficial que retumba con la fuerza de mil sirenas. La incertidumbre se ha convertido en la sombra alargada que persigue a Efraín Calderón y Carolina Vargas, padres del pequeño, quienes se aferran a la esperanza con la misma tenacidad con la que han recorrido cada rincón de su comunidad, buscando alguna pista, algún indicio que los lleve de vuelta a su hijo.

Jaime Cabral, abogado de la familia, ha lanzado una acusación que resuena como un trueno en medio de la tormenta: Roldanis habría sido sacado del país. Una afirmación grave, que apunta a una red de tráfico de personas operando con la frialdad del hielo. Cabral no solo señala la posibilidad, sino que asegura tener pruebas que sustentan su teoría, pruebas que, según él, ha intentado entregar al magistrado Wilson Camacho desde hace más de un mes sin obtener respuesta. Este silencio por parte de las autoridades, lejos de calmar los ánimos, aviva las llamas de la indignación y la sospecha. ¿Por qué la demora? ¿Qué se esconde tras la falta de acción? Estas preguntas, como dardos envenenados, se clavan en el corazón de una comunidad que se niega a olvidar a Roldanis.

La búsqueda del pequeño ha movilizado a todo un pueblo. Más de cien personas, entre voluntarios, miembros de la Defensa Civil, Cuerpo de Bomberos y Ejército Nacional, han peinado la zona sin descanso. Sin embargo, la tecnología, una herramienta crucial en investigaciones de este tipo, parece haber sido ignorada. Cabral denuncia que las autoridades no han revisado las grabaciones de las cámaras de seguridad de la zona, un material que podría contener la clave para identificar a los responsables del secuestro. ¿Negligencia? ¿Desidia? ¿O algo más turbio?

Carolina Vargas, la madre de Roldanis, no oculta su frustración. La falta de resultados, tras cinco meses de investigación, la llena de inquietud. Un silencio que, en su desesperación, interpreta como una posible complicidad entre los secuestradores y aquellos que deberían estar buscándolos. Su voz, cargada de dolor e impotencia, se une al clamor de una comunidad que exige justicia y respuestas.

La sombra del crimen organizado se cierne sobre el caso. Las estadísticas de la UNODC, que revelan que el 74% de los casos de trata de personas en República Dominicana están relacionados con grupos criminales, añaden una capa de complejidad y peligro a la ya de por sí trágica situación. La desaparición de Roldanis Celdrón no es solo la historia de un niño perdido, es un reflejo de la vulnerabilidad de la infancia frente a las redes criminales que operan en el país. Es un llamado urgente a la acción, una demanda de justicia y un recordatorio de que la indiferencia puede ser tan letal como la propia violencia. El tiempo corre en contra de Roldanis, y cada minuto que pasa sin respuestas aumenta la angustia y la desesperación de quienes esperan su regreso.