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4 de septiembre de 2025 a las 08:45

El puntillismo 3D de Adrián Gutiérrez

Adentrarse en la obra de Adrián Gutiérrez Lomelín es como sumergirse en un bosque encantado donde la luz y la sombra juegan a las escondidas. Sus creaciones, lejos de ser simples cuadros, son experiencias tridimensionales que cautivan la mirada y despiertan la curiosidad. Imaginen un lienzo no de pinceladas, sino de miles de alfileres, minuciosamente dispuestos, cada uno reflejando la luz de una manera única. No se trata de un brillo uniforme, sino de un juego de claroscuros que, según el ángulo de observación, revela un paisaje boscoso, saturado de misterio. Es lo que el artista denomina "puntillismo tridimensional", una técnica que transforma la superficie en un relieve sutil, un microcosmos de luces y sombras que dan vida a la imagen.

Este efecto, casi mágico, no es producto del azar, sino de un meticuloso estudio previo. Cada alfiler, cada tornillo, cada tuerca en sus obras monumentales, está estratégicamente colocado para generar la ilusión de profundidad. Piensen en la labor de un cartógrafo trazando los contornos de un territorio inexplorado, así trabaja Gutiérrez Lomelín, mapeando la luz y la sombra para dar forma a sus paisajes. No es solo la colocación, sino también la elección de los materiales: alfileres niquelados, acero inoxidable, elementos que maximizan el reflejo, convirtiendo la obra en un espejo fragmentado de la realidad.

La naturaleza es la musa inspiradora de este artista. Desde su infancia, los bosques, los mares, el cielo, han nutrido su imaginación. Observa el detalle, la minuciosidad de la naturaleza, y la replica en sus obras. Nos invita a contemplar la complejidad del todo a través de la suma de pequeñas partes, a perdernos en la inmensidad de un bosque a través del brillo de un alfiler. Su proceso creativo es casi onírico, una revelación en la madrugada, la chispa de una idea que se transforma en una obsesión, en la necesidad de materializar esa visión. Y es en ese proceso, en esa búsqueda incansable, donde reside la verdadera magia de su arte.

La exposición "Entre Bosques" en el Club de Industriales no es una simple muestra de cuadros, es una invitación a explorar un universo de reflejos, a descubrir la belleza en lo minúsculo, a dejarnos envolver por la atmósfera enigmática de un bosque de metal. Cada obra es el resultado de años de trabajo, de un proceso que implica la creación de múltiples bocetos, mapas de luz y sombra que guían la colocación de cada elemento. Imaginen la paciencia, la precisión requerida para dar vida a estas piezas. Es un trabajo de orfebre, de artesano, de alquimista que transforma la materia en luz. Y es esa luz, reflejada en el metal, la que nos transporta a un mundo de ensueño, un mundo donde la realidad se difumina y la imaginación toma el control.

La interacción entre las obras de Gutiérrez Lomelín y el espacio que las alberga crea un diálogo fascinante. En el Club de Industriales, su mural monumental, con sus brillos metálicos, conversa con la obra de Rufino Tamayo, estableciendo una conexión inesperada entre dos artistas, dos visiones, dos épocas. Es un encuentro de luces y colores, un juego de reflejos que enriquece la experiencia del espectador. La obra de Gutiérrez Lomelín no se limita a ocupar un espacio, lo transforma, lo llena de una nueva energía, de una magia palpable. Es una invitación a mirar más allá de lo evidente, a descubrir la belleza escondida en los detalles, a dejarnos sorprender por la poesía de la luz reflejada en el metal.

Fuente: El Heraldo de México