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4 de septiembre de 2025 a las 15:15

Domina tu miedo a la alerta sísmica

En México, septiembre es un mes marcado por la dualidad. Celebramos nuestra independencia, pero también recordamos la fuerza de la naturaleza y su capacidad de trastocar nuestras vidas con los sismos de 1985, 2017 y otros que han dejado huella en nuestra memoria colectiva. La alerta sísmica, ese sonido estridente que nos previene de un posible terremoto, se ha convertido en un símbolo de esta dualidad: por un lado, nos ofrece segundos cruciales para protegernos; por otro, despierta en muchos de nosotros un profundo impacto emocional, una mezcla de miedo, angustia y recuerdos dolorosos.

Este sonido, que comenzó a operar en la Ciudad de México en 1991 tras el devastador terremoto de 1985, se basa en una sofisticada red de sensores distribuidos estratégicamente en las zonas sísmicas del país. Desde Oaxaca hasta Jalisco, estos sensores vigilan constantemente la actividad telúrica, enviando una señal que activa la alerta en cuanto detectan un sismo de magnitud considerable. Si bien este sistema nos brinda una valiosa ventaja temporal, su activación, inevitablemente, nos confronta con la vulnerabilidad inherente a nuestra geografía.

El psicólogo Miguel Bustos Patiño, del Consejo Ciudadano, nos explica que la reacción al sonido de la alerta sísmica va más allá de un simple susto. Para quienes han vivido la experiencia de un terremoto de gran magnitud, este sonido se convierte en un detonante de recuerdos traumáticos, reviviendo momentos de angustia, pérdida y desesperación. No es lo mismo haber escuchado la alerta de niño, sin comprender del todo su significado, que haberla escuchado mientras un edificio se derrumbaba a nuestro alrededor. La intensidad de la experiencia vivida define la huella emocional que la alerta sísmica deja en nuestra psique.

Las reacciones fisiológicas que acompañan a la alerta sísmica son tan intensas como las psicológicas. La taquicardia, la sudoración, la dificultad para respirar, el temblor en las piernas, son manifestaciones físicas de la activación de nuestro sistema de defensa ante una amenaza percibida, aunque se trate de un simulacro. Este mecanismo de supervivencia, aunque esencial, puede llegar a ser abrumador, especialmente para quienes han experimentado traumas relacionados con sismos. Bustos Patiño advierte que la exposición repetida a la alerta, combinada con experiencias traumáticas previas, puede generar un condicionamiento similar al estrés postraumático. Si la ansiedad, el pánico y otros síntomas persisten por más de un mes después de escuchar la alerta, interfiriendo con la vida diaria, es fundamental buscar ayuda profesional.

Este fenómeno no se limita a los adultos. Los niños, aunque suelen normalizar la alerta sísmica gracias a los simulacros escolares, pueden percibir el miedo de sus padres y reaccionar en consecuencia. Los adultos mayores, por su parte, tienden a gestionar mejor sus emociones gracias a su experiencia de vida, aunque el temor subyacente permanece.

Ante estas reacciones, los primeros auxilios psicológicos son cruciales. Escuchar sin interrumpir, validar las emociones y transmitir calma son acciones que pueden marcar la diferencia en momentos de angustia. Recordar que no estamos solos, que compartimos esta experiencia colectiva, puede ser un bálsamo en medio de la incertidumbre.

A pesar de la carga emocional que conlleva, la alerta sísmica es, en última instancia, una herramienta vital para nuestra seguridad. Nos recuerda que vivimos en una zona sísmica y nos prepara para actuar con prontitud ante un posible terremoto. Es fundamental comprender que el miedo que sentimos es una respuesta natural, un mecanismo de supervivencia que nos impulsa a protegernos. Aprender a gestionar este miedo, a canalizar la ansiedad y a buscar apoyo cuando sea necesario, nos permitirá convivir con la alerta sísmica, reconociendo su valor como herramienta de prevención sin dejarnos paralizar por el temor.

Fuente: El Heraldo de México