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4 de septiembre de 2025 a las 09:30

Conecta con la palabra

En un país ávido de consensos, donde la estridencia política a menudo eclipsa la sustancia del debate, la llegada de Kenia López Rabadán a la presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados se presenta como un bálsamo, una oportunidad para suturar las heridas del diálogo y reconstruir los puentes de la comunicación política. No se trata simplemente de un cambio de rostro en la dirección del órgano legislativo, sino de un posible punto de inflexión, un giro hacia la institucionalidad y el respeto a la ley, valores fundamentales que se han visto erosionados por la polarización y la confrontación.

El recuerdo de las sesiones pasadas, marcadas por la agresividad y la falta de decoro, aún perdura en la memoria colectiva. La Cámara de Diputados, concebida como el espacio por excelencia para el debate razonado y la construcción de acuerdos, se convirtió en un escenario de pugnas, donde los gritos y los empujones sustituyeron a los argumentos. Esta degradación del debate parlamentario no solo daña la imagen de la institución, sino que también erosiona la confianza ciudadana en la democracia. Es una peligrosa normalización de la violencia como herramienta política, un síntoma preocupante de la creciente polarización social.

El discurso inaugural de López Rabadán ofrece un rayo de esperanza en medio de este panorama sombrío. Lejos de la retórica incendiaria y las descalificaciones, la nueva presidenta optó por un tono conciliador, un llamado al diálogo y al respeto a la pluralidad. Su mensaje no se centró en la revancha o la imposición de una agenda particular, sino en la reafirmación de los principios democráticos: el respeto a las reglas del juego, el derecho a disentir y la búsqueda de consensos. Es un mensaje que resuena con fuerza en un país hastiado de la confrontación permanente.

La trayectoria de López Rabadán como parlamentaria de carrera, su experiencia y conocimiento del funcionamiento de la Cámara, son activos importantes para la compleja tarea que tiene por delante. Pero aún más significativo es el hecho de que su designación haya sido producto del consenso entre las diferentes fuerzas políticas. Este acuerdo, alcanzado tras el bochornoso espectáculo de días anteriores, representa una victoria de la institucionalidad, una señal de que el diálogo y la negociación aún son posibles. Es una tregua en la guerra de trincheras que ha caracterizado la política nacional en los últimos tiempos, una tregua que, con la voluntad política necesaria, puede ser el germen de pactos más duraderos.

En la era de la hipermediatización, la polarización se ve amplificada por los algoritmos de las redes sociales, que nos encierran en burbujas informativas y nos exponen a una constante retroalimentación de nuestras propias ideas. En este contexto, los medios de comunicación juegan un papel crucial. Tienen la responsabilidad de informar con veracidad y rigor, de contrastar la información y de ofrecer una visión plural de la realidad. Deben ser un antídoto contra la desinformación y las noticias falsas, un faro que oriente a la ciudadanía en medio del océano de datos y opiniones que inunda el espacio digital. La propia López Rabadán reconoció en su discurso la importancia de los medios como puente entre la ciudadanía y el trabajo legislativo.

Sin embargo, la relación entre la política y los medios de comunicación también está en crisis. La inmediatez y la superficialidad que imponen las redes sociales a menudo desplazan al análisis profundo y la contextualización. La sobreinformación y la fragmentación de la audiencia dificultan la tarea de los medios tradicionales, que se ven obligados a competir con la viralización de noticias falsas y la manipulación informativa. Es fundamental fortalecer la alfabetización mediática de la ciudadanía, para que pueda discernir entre la información veraz y la propaganda, entre el análisis riguroso y la opinión sesgada.

La presidencia de López Rabadán puede ser un punto de inflexión, un catalizador para la reconstrucción del diálogo y el fortalecimiento de las instituciones democráticas. Pero para ello es necesario que todos los actores políticos honren el acuerdo que la llevó a la presidencia de la Mesa Directiva. Es necesario que la nueva presidenta garantice el derecho de todos los legisladores a expresarse, a disentir y a ser escuchados, sin importar su afiliación política. Es necesario que los medios de comunicación asuman su responsabilidad de informar con veracidad y rigor, de promover el debate informado y de contribuir a la construcción de una sociedad más democrática y plural.

Es un camino largo y complejo, lleno de desafíos. Pero la esperanza, como la palabra, puede ser el punto de encuentro.

Fuente: El Heraldo de México