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3 de septiembre de 2025 a las 11:40

Viuda de Jordy clama justicia

El eco de las balas aún resuena en los pasillos del recuerdo. La tragedia del viernes 29 de agosto en el Hospital Civil de Culiacán ha dejado una profunda herida en la comunidad sinaloense. Seis vidas apagadas, seis familias destrozadas, y una ciudad sumida en el dolor y la indignación. Entre las víctimas, Jorge "Jordy" Choza, un chef cuyo futuro prometía el sabor de la vida, fue arrebatado en un instante de violencia absurda. No estaba dentro, buscando atención médica, sino afuera, esperando con la esperanza que solo un hijo puede tener por la recuperación de su padre, quien se recuperaba de una cirugía. La ironía cruel del destino: buscar la salud y encontrar la muerte.

Jordy, un hombre apasionado por la gastronomía, un artista culinario que deleitaba paladares con sus creaciones, vio su vida truncada en un acto de barbarie. Su restaurante, un espacio donde compartía su amor por la cocina, se ha convertido en un símbolo de la pérdida, un recordatorio de la fragilidad de la existencia. ¿Cuántos platillos quedaron sin crear? ¿Cuántas sonrisas se quedaron sin saborear?

La tragedia se multiplica. Junto a Jordy, su tío Rubén, también víctima de la indiscriminada balacera. Dos vidas unidas por lazos familiares, ahora unidas por el mismo trágico final. Esperaban juntos, compartían la angustia de la espera, y juntos fueron alcanzados por las balas. Una escena que desgarra el alma, que nos confronta con la crudeza de la violencia.

Sophia Lupio Zazueta, esposa de Jordy y madre de un pequeño bebé, enfrenta ahora el abismo de la ausencia. Su mensaje, un grito desgarrador que resuena en el silencio de la pérdida, nos conmueve hasta lo más profundo. "Arrebataron tu vida injustamente… ¿Qué haré sin ti?", palabras que expresan el dolor inenarrable de una mujer que ha perdido a su compañero, al padre de su hijo, al pilar de su familia. Un futuro lleno de sueños compartidos, de proyectos por realizar, se desvanece en la bruma del dolor. La crianza de su pequeño, ahora teñida por la sombra de la ausencia paterna.

Las otras cuatro víctimas, nombres que también representan historias truncadas, familias destrozadas, se suman a la lista de este acto de violencia sin sentido. La comunidad de Culiacán exige justicia, clama por un alto a la violencia que desangra las calles, que roba futuros y apaga sueños.

Tres vehículos dañados, la fachada del hospital marcada por las balas, son testigos mudos de la tragedia. Pero más allá de los daños materiales, son las cicatrices emocionales, las heridas invisibles en el alma de una comunidad, las que tardarán en sanar. El recuerdo de Jordy, de Rubén, y de las otras víctimas, debe ser un llamado a la reflexión, un impulso para construir una sociedad donde la vida sea valorada, donde la paz sea la norma y no la excepción. La memoria de quienes perdieron la vida en este acto de violencia debe ser la semilla de un futuro mejor, un futuro donde la esperanza florezca y la violencia sea solo un triste recuerdo del pasado.

Fuente: El Heraldo de México