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3 de septiembre de 2025 a las 05:50

¡Trump te espía! (WhatsApp, Celulares...)

En un mundo cada vez más interconectado, la privacidad se ha convertido en un bien preciado, y la noticia de que la Agencia de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) ha adquirido el software espía Graphite, desarrollado por la empresa israelí Paragon Solutions, ha generado una profunda inquietud entre defensores de la privacidad y expertos en seguridad. Este software, capaz de infiltrarse en cualquier teléfono móvil, incluso en aplicaciones con cifrado de extremo a extremo como WhatsApp y Signal, abre la puerta a un nivel de vigilancia sin precedentes, poniendo en jaque la libertad de expresión y el derecho a la privacidad.

Imaginen un mundo donde cada mensaje que envían, cada foto que toman, cada conversación que mantienen, puede ser monitoreada por el gobierno. Graphite convierte esta distopía en una realidad palpable. No solo permite rastrear la ubicación del dispositivo y acceder a su contenido, sino que también puede transformar el teléfono en un micrófono, grabando conversaciones sin el conocimiento del usuario. La potencia de esta herramienta es tal que ha sido descrita como una de las ciberarmas más poderosas jamás creadas.

La justificación de ICE para la adquisición de este software se centra en la necesidad de combatir la inmigración ilegal. Sin embargo, la capacidad de Graphite para penetrar las defensas de aplicaciones cifradas plantea serias dudas sobre la proporcionalidad de la medida. ¿Es justificable sacrificar la privacidad de todos en aras de la seguridad nacional? ¿Qué garantías existen para evitar el abuso de esta tecnología? La experiencia con otros softwares espías, como Pegasus, nos demuestra que el riesgo de uso indebido es real y que las consecuencias pueden ser devastadoras.

El silencio de ICE y Paragon Solutions ante las solicitudes de comentarios no hace más que alimentar la incertidumbre. La falta de transparencia en torno a la adquisición y el uso previsto de Graphite genera desconfianza y levanta sospechas sobre las verdaderas intenciones detrás de esta compra. ¿Se limitará su uso a la persecución de inmigrantes ilegales o se extenderá a otros ámbitos, como la vigilancia de activistas, periodistas y opositores políticos?

La preocupación expresada por expertos como John Scott-Railton, investigador principal de Citizen Lab en la Universidad de Toronto, es un llamado de atención. Scott-Railton ha advertido que herramientas como Graphite “fueron diseñadas para dictaduras, no para democracias basadas en la libertad y la protección de derechos individuales”. El caso de Italia, donde Graphite fue utilizado para espiar a periodistas y activistas, es un ejemplo claro del peligro que representa esta tecnología en manos equivocadas.

La defensa de Paragon Solutions, argumentando que solo trabaja con democracias y que tiene una política de tolerancia cero contra el uso indebido de su tecnología, suena hueca ante la falta de transparencia y la negativa a revelar la identidad de sus clientes. ¿Cómo podemos confiar en una empresa que se niega a rendir cuentas sobre el uso de sus productos?

La adquisición de Graphite por parte de ICE no solo representa una amenaza para la privacidad individual, sino también para la seguridad nacional. Al ser utilizado por múltiples gobiernos, este software podría exponer las actividades de vigilancia de Estados Unidos, poniendo en riesgo información sensible.

En un momento en que la lucha por la privacidad se intensifica, la necesidad de establecer límites claros al uso de tecnologías de vigilancia se vuelve imperativa. El Congreso debe tomar medidas para garantizar que herramientas como Graphite no se conviertan en instrumentos de represión y que la privacidad de los ciudadanos sea protegida. El futuro de nuestras libertades depende de ello. No podemos permitir que la seguridad se convierta en la excusa para sacrificar la privacidad y los derechos fundamentales que nos definen como sociedad. Es hora de exigir respuestas y de defender nuestro derecho a la privacidad antes de que sea demasiado tarde.

Fuente: El Heraldo de México