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3 de septiembre de 2025 a las 06:45
Tormenta azota CDMX: 50 inundaciones y 26 árboles caídos.
La furia de la naturaleza se desató sobre la Ciudad de México la tarde del martes, dejando una estela de caos y poniendo a prueba la capacidad de respuesta de los servicios de emergencia. El cielo, antes azul, se tornó en un lienzo gris plomizo, anunciando la inminente llegada de un diluvio que pronto transformaría las calles en ríos caudalosos. No se trató de una simple lluvia, sino de un verdadero torrente que puso en jaque a la metrópoli.
El director del Heroico Cuerpo de Bomberos, Juan Manuel Pérez Cova, con la serenidad que caracteriza a quienes enfrentan el peligro a diario, informó a través de sus redes sociales sobre la magnitud del desafío. Cincuenta encharcamientos, veintiún árboles arrancados de raíz, un poste de luz vencido por la fuerza del viento y cinco cortocircuitos, eran solo las cifras preliminares de un balance que seguramente seguiría creciendo con el pasar de las horas. Tras cada número frío, se escondían historias de angustia, de familias atrapadas en sus hogares por el agua, de automovilistas varados en medio de la inundación, de bomberos luchando contra la corriente para auxiliar a los damnificados.
Las alcaldías de Gustavo A. Madero, Iztacalco, Venustiano Carranza e Iztapalapa, se convirtieron en el epicentro de la emergencia. En Gustavo A. Madero, la alerta púrpura, la más alta en el escalofriante atlas de riesgos de la capital, se encendió como una señal de alarma. La Jefa de Gobierno, Clara Brugada, con la preocupación reflejada en su rostro, hizo un llamado a la ciudadanía a extremar precauciones y evitar salir de sus hogares a menos que fuera estrictamente necesario.
Mientras tanto, en Iztapalapa, Venustiano Carranza e Iztacalco, la alerta roja pintaba un panorama desolador. Las calles se convertían en trampas mortales, con el riesgo latente de inundaciones repentinas, encharcamientos que alcanzaban niveles alarmantes, y la amenaza constante de la caída de ramas, árboles y postes. La naturaleza, en su implacable demostración de poder, recordaba a los habitantes de la capital su vulnerabilidad ante los embates del clima.
La Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), trabajaba a contrarreloj, monitoreando la evolución de la tormenta y coordinando las labores de rescate. La lluvia, lejos de amainar, parecía intensificarse, con pronósticos que anticipaban hasta 70 milímetros de precipitación durante la noche y la madrugada. La ciudad se preparaba para una larga y tensa espera, con la esperanza de que el amanecer trajera consigo la calma y el fin de la pesadilla. Más allá de los daños materiales, la tormenta dejaba una profunda huella en la memoria colectiva, un recordatorio de la fuerza indomable de la naturaleza y la importancia de la prevención y la solidaridad en tiempos de crisis. ¿Estaría preparada la ciudad para afrontar las consecuencias del cambio climático? La pregunta, tan inquietante como necesaria, flotaba en el aire, tan pesada como las nubes que aún descargaban su furia sobre la ciudad.
Fuente: El Heraldo de México