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4 de septiembre de 2025 a las 02:50

Terror en Texas: Tiburón ataca a niña

El sol tejano bañaba la costa de Galveston, pintando un escenario idílico para las vacaciones de la familia Ochoa. Harper, con sus ocho años llenos de energía, disfrutaba del chapoteo de las olas en la orilla, ajena a la sombra que acechaba bajo la superficie. En un instante, la alegría se transformó en terror. Un dolor agudo en su pierna, el agua teñida de rojo carmesí, y el grito desgarrador que heló la sangre de todos los presentes. Lo que parecía un día perfecto se convirtió en una pesadilla.

El caos se apoderó de la playa. La familia Ochoa, con una mezcla de pánico y valentía, logró alejar al agresor invisible. Al sacar a Harper del agua, la terrible realidad se hizo evidente: un trozo considerable de carne faltaba en su pantorrilla. Las imágenes posteriores al ataque, aunque difíciles de presenciar, muestran la crudeza del momento: la pequeña pierna de Harper, marcada por la dentellada, un testimonio del terror vivido. "Al principio pensamos: ¿sabes? ¿Será una raya?", recuerda Christa, la madre de Harper, con la voz aún temblorosa. "Había tanta sangre que era difícil saber qué estaba pasando". La incertidumbre y el miedo se entrelazaban en un nudo en la garganta.

La rápida actuación de la familia fue crucial. Trasladaron a Harper al hospital, donde los médicos, con manos expertas, lograron detener la hemorragia. Trece grapas fueron necesarias para cerrar la profunda herida, un recordatorio tangible del encuentro con el depredador marino. El diagnóstico confirmó lo que todos temían: la mordedura correspondía a un tiburón. A pesar de la gravedad de la lesión, los médicos son optimistas. No anticipan daños a largo plazo para Harper, una noticia que alivió la angustia de la familia. Sin embargo, la batalla no había terminado. Una posterior infección obligó a una nueva hospitalización, una prueba más de la resiliencia de esta pequeña guerrera.

La noticia del ataque a Harper resonó en la comunidad de Galveston, una ciudad costera que se enorgullece de sus playas tranquilas y seguras. La incredulidad se mezclaba con la preocupación. ¿Cómo podía suceder algo así en un lugar considerado un santuario para las familias? Las estadísticas, sin embargo, ofrecen un contexto revelador. Según Visit Galveston, en más de un siglo, solo se han reportado 18 mordeduras de tiburón en la zona, lo que convierte a la costa de Texas en una de las más seguras en este aspecto. Este incidente, aunque trágico, subraya la imprevisibilidad de la naturaleza y la importancia de la precaución, incluso en las aguas aparentemente más serenas.

El eco del ataque a Harper llegó hasta Florida, donde, poco tiempo antes, otro niño de ocho años había luchado por su vida tras un encuentro similar con un tiburón. En este caso, el incidente ocurrió mientras el niño practicaba snorkel cerca de Horseshoe Reef, en Key Largo, acompañado de su padre y hermana. Florida, a diferencia de Texas, es conocida por una mayor incidencia de ataques de tiburones. Con 14 casos registrados el año pasado, representó el 50% del total de mordeduras documentadas en Estados Unidos en 2024. Estos dos incidentes, separados por la geografía pero unidos por la tragedia, nos recuerdan la importancia de la conciencia y el respeto por la vida marina, y la necesidad de estar preparados para lo inesperado cuando nos aventuramos en su reino.

A pesar del trauma vivido, Harper, con la fortaleza que solo la inocencia puede brindar, se encuentra de buen ánimo y con un deseo inquebrantable: regresar a la playa. Su valentía es un testimonio del espíritu humano, capaz de sobreponerse a la adversidad y encontrar la luz incluso en las aguas más oscuras. La historia de Harper es un recordatorio de la fragilidad de la vida, pero también de la capacidad de resiliencia y la fuerza del espíritu humano, especialmente en los más pequeños.

Fuente: El Heraldo de México