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3 de septiembre de 2025 a las 10:20

Sí, se puede.

La sombra de la corrupción se extiende como una mancha oscura sobre el panorama político mexicano, amenazando con corroer la confianza ciudadana en las instituciones y la esperanza en un futuro justo. El contraste entre el discurso y la realidad se vuelve cada vez más evidente, generando una profunda desilusión en la población. Mientras la presidenta Claudia Sheinbaum proclama su compromiso en la lucha contra la corrupción, las prácticas ilegales del gobierno anterior, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, emergen como espectros del pasado, recordándonos la fragilidad de la justicia y la persistencia de la impunidad.

El caso de Pío López Obrador, exonerado tardíamente tras ser exhibido recibiendo dinero en efectivo, presuntamente destinado a la campaña de su hermano, se erige como un símbolo de esta contradicción. La imagen de los fajos de billetes, pasando de mano en mano en la clandestinidad, se ha grabado en la memoria colectiva como una metáfora del sistema que opera en las sombras, burlando la legalidad y socavando la transparencia. Este caso, lejos de ser un hecho aislado, se integra a una serie de escándalos que revelan un patrón preocupante: la utilización del poder para beneficio propio, en detrimento del interés público.

La manipulación de la democracia se convierte en una herramienta para perpetuar la impunidad. Instituciones encargadas de velar por la justicia, como el Tribunal Electoral y el INE, parecen actuar en ocasiones como cómplices de la ilegalidad, legitimando prácticas cuestionables y erosionando la credibilidad del sistema. Esta percepción de parcialidad y falta de independencia genera una profunda desconfianza en la ciudadanía, que se siente desprotegida ante el abuso del poder.

El contraste entre la austeridad predicada y la opulencia exhibida por algunos políticos ahonda la herida. Las imágenes de ropa de diseñador, cenas en restaurantes exclusivos, viajes de lujo y propiedades fastuosas, contrastan dramáticamente con la realidad de la mayoría de los mexicanos, que luchan a diario por sobrevivir. Esta ostentación, proveniente de quienes se presentaban como defensores del pueblo, se percibe como una traición a los principios que decían representar.

La deuda de Pemex, que asciende a 430 mil millones de pesos, plantea interrogantes sobre la gestión de los recursos públicos y la responsabilidad de quienes contrajeron compromisos impagables. La quiebra de empresas y la pérdida de empleos, como consecuencia de esta deuda, evidencian las consecuencias devastadoras de la irresponsabilidad financiera y la falta de rendición de cuentas.

La opacidad en la asignación de contratos, con un predominio de la adjudicación directa, especialmente en proyectos emblemáticos como el AIFA, levanta sospechas sobre posibles irregularidades y falta de transparencia. La clasificación de miles de archivos como información reservada, incluyendo los contratos del Tren Maya, dificulta el acceso a la información pública y limita la capacidad de la ciudadanía para fiscalizar la gestión gubernamental.

Ante este panorama desalentador, la pregunta que surge es: ¿qué podemos hacer como ciudadanos? La respuesta reside en la participación activa, en la exigencia de transparencia y rendición de cuentas, en la defensa de la legalidad y la justicia. No podemos permitir que la corrupción se normalice, que la impunidad se consolide. Debemos alzar la voz, exigir respuestas y construir un futuro donde la justicia y la honestidad sean los pilares de nuestra sociedad.

El caso de la comunidad indígena de Aquila, despojada de sus regalías por la explotación minera en sus tierras, ilustra la vulnerabilidad de las comunidades indígenas frente a los intereses económicos y la complicidad de las autoridades. La desaparición de sus líderes, Ricardo Lagunes y Antonio Díaz Valencia, tras denunciar las amenazas de la empresa Ternium, añade un componente trágico a esta historia de injusticia. La llegada de Hugo Aguilar Ortiz a la presidencia de la Suprema Corte abre una ventana de esperanza para la revisión de este caso y la defensa de los derechos de las comunidades indígenas. Es fundamental que se haga justicia y se garantice la protección de quienes defienden sus territorios y sus derechos.

Fuente: El Heraldo de México