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3 de septiembre de 2025 a las 09:15

¿Quetzalcóatl juez? La Corte Suprema en jaque

La Cuarta Transformación no deja de asombrarnos. Como si se tratara de un mágico alebrije, nos sorprende con nuevos colores y formas cada día. ¿Quién hubiera imaginado, por ejemplo, la resurrección de Quetzalcóatl en pleno siglo XXI? Uno, ingenuamente, pensaba que la serpiente emplumada, creadora del universo, la humanidad y el maíz (¿en ese orden?), pertenecía al reino de los mitos, a los libros de historia, quizás a alguna comunidad aislada en Tepoztlán. Creíamos, ilusos, que en un México moderno, de misas dominicales, Liga MX y smartphones, la veneración a deidades prehispánicas era cosa del pasado, relegada por cinco siglos de Virgen de Guadalupe y castellano. Pero no. El presidente de la Suprema Corte, fino intérprete de la realidad indígena, nos demostró lo contrario. La ceremonia de toma de posesión, lejos de la demagogia y la falta de representatividad que algunos podrían esperar, fue un emotivo homenaje a la serpiente emplumada. ¿Será que pronto veremos invocaciones a Huitzilopochtli, nacido con armadura para combatir a españoles y neoliberales, o a Coatlicue-Tonantzin, la de la falda de serpientes, madre fundadora del Gobierno Más Feminista de la Historia?

La sorpresa, aunque menor, continuó con los nahuales y las limpias. Sí, una limpia al edificio de la Suprema Corte para exorcizar las malas vibras prianistas (y no, no se referían a mi Lenia, mi Yas, ni a mi Lore). Y qué decir de los atuendos: ministros y ministras, incluso aquellos sin el privilegio de pertenecer a una comunidad indígena con 500 años de resistencia, luciendo bordados, mantas artesanales y lo que, en mi ignorancia, podría ser una de las mil variantes del huipil. Un gesto de buena fe, sin duda, aunque quizás una pizca de apropiación cultural. Esperemos que los pueblos originarios, en su infinita sabiduría, sepan perdonar este desliz nacido de un corazón a la izquierda.

Lo que no me sorprendió, en absoluto, fue la presencia del bastón de mando. Ese símbolo que el Ex Quinto Presidente Más Popular del Mundo, el Benito Juárez de Tepetitán, la versión 2.0 de Quetzalcóatl, nuestro padrecito Andrés Manuel López Obrador, el primer "demócratl" (si me permiten el neologismo), introdujo en la escena política. Él, con su clarividente sabiduría, comprendió que con un bastón de mando en mano, la división de poderes y un INE autónomo son meros detalles superfluos. Al fin y al cabo, ¿para qué complicarse con instituciones si se tiene el poder simbólico ancestral?

Fuente: El Heraldo de México