
3 de septiembre de 2025 a las 09:20
Mono González: El Agitador
Alejandro “Mono” González, incansable agitador cultural, se resiste a ser el centro de atención. Su historia, intrínsecamente ligada a la lucha social chilena, es la verdadera protagonista. Desde sus inicios en la Brigada Ramona Parra, donde los muros se convertían en lienzos de resistencia contra la opresión, hasta su consagración como muralista internacional, su arte ha sido un vehículo de expresión y esperanza. No se considera un artista, sino un "trabajador del arte", un guía que facilita la creación colectiva, ya sea colaborando con artistas de renombre como "Saner" o Mon Laferte, o con estudiantes de la UNAM en México.
Para “Mono” González, México es la fuente del muralismo, la cuna de maestros como Rivera, Siqueiros y Orozco. Sin embargo, el muralismo chileno, aclara, tiene sus propias raíces, nace de la calle, del barrio, de la periferia marginada de las grandes ciudades. A diferencia del muralismo mexicano, con sus vínculos institucionales, el chileno surge de la urgencia, de la necesidad de expresarse con rapidez y clandestinidad, esquivando la represión. Los mensajes escritos se transforman en imágenes impactantes, sembrando rebeldía e ilusión en tiempos oscuros.
El mural, explica “Mono” González, no es una obra pasiva que espera ser contemplada. Es una fuerza activa que interpela al espectador, que lo provoca, que lo saca de su indiferencia. Frente a la "cultura de la muerte" impuesta por la dictadura, los murales irrumpían con colores vibrantes, recordando a la gente que seguía viva, que la cultura y la creatividad persistían. Eran un grito de esperanza, una denuncia de las desapariciones, la cárcel, la tortura, un testimonio vivo de la resistencia. Esas pinturas se convirtieron en patrimonio de la población, en un símbolo de su identidad y lucha, y esa experiencia, afirma, ha sido su verdadera escuela.
Su visión del arte es profundamente democrática. Busca levantar la autoestima a través de la participación colectiva. Los colores fuertes y vibrantes reflejan la energía de la gente que colabora, que pasa, que deja su huella en la obra. La firma individual pierde sentido, pues el mural se convierte en la firma de todos. Esta forma de trabajo, arraigada en la experiencia chilena, ha trascendido fronteras y se ha convertido en un fenómeno latinoamericano, conectando con el arte urbano, el grafiti, la expresión en la ciudad. Es una voz que se alza en defensa de la democracia, que reflexiona sobre el presente y el futuro, sobre la condición humana.
El muralismo, en esencia, es denuncia y esperanza. Ante el avance del negacionismo, del fascismo y la ultraderecha, que siembran guerras, hambrunas y desigualdad, el arte en la calle se erige como una herramienta de resistencia. Es un arte democrático que fortalece la autoestima social, que da voz a las preocupaciones y denuncias de la sociedad, que construye un sueño de un futuro más justo y equitativo. El “Mono” González, con su incansable labor, sigue contribuyendo a este sueño, transformando muros en espacios de diálogo, resistencia y esperanza.
Fuente: El Heraldo de México