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3 de septiembre de 2025 a las 20:26

¿Mole Poblano o Oaxaqueño? El duelo saludable.

Sumérgete en el fascinante universo del mole, un plato que trasciende la mera alimentación para convertirse en una experiencia sensorial y cultural. Imaginen un lienzo donde se plasman siglos de historia, desde las antiguas cocinas prehispánicas hasta la fusión de sabores traída por la época colonial. El mole, en sus múltiples variantes, es precisamente eso: una obra maestra culinaria que narra la historia de México en cada bocado.

Hablemos del mole poblano, ese embajador de la gastronomía mexicana que ha conquistado paladares internacionales. Su color oscuro, casi místico, nos remite a la tierra fértil y a la riqueza de ingredientes que lo componen. El aroma que emana de su preparación, una danza de chiles secos, especias dulces y el toque inconfundible del chocolate, es una invitación irresistible a probarlo. Visualicen ese guajolote o pollo, bañado en la espesa salsa, cada fibra impregnada de la complejidad de sabores que lo caracteriza. El mole poblano es una fiesta para los sentidos, una tradición que se comparte en las mesas mexicanas generación tras generación.

Pero el viaje no termina ahí. Oaxaca, tierra mágica y diversa, nos regala una constelación de moles, cada uno con su propia personalidad. Los "siete moles de Oaxaca" son un testimonio de la creatividad y la maestría culinaria de esta región. Desde la intensidad del mole negro, con su característico sabor ahumado y terroso, hasta la vibrante paleta de colores del coloradito, el amarillo y el rojo, cada mole oaxaqueño es una aventura gastronómica única.

La complejidad del mole negro, con sus más de 30 ingredientes, incluyendo el enigmático chilhuacle negro, lo convierte en un plato digno de reyes. Imaginen el proceso artesanal de tostado de cada ingrediente, liberando aromas que se entrelazan en una sinfonía de sabores. A diferencia de la textura suave y homogénea del poblano, los moles oaxaqueños, especialmente el negro, ofrecen una experiencia más rústica, con una textura que invita a descubrir los matices de cada ingrediente.

¿Y qué hay de la salud? Como en todo, el equilibrio es la clave. Si bien el mole poblano, con su generosa dosis de chocolate y plátano macho, puede ser más indulgente en términos calóricos, los moles oaxaqueños, particularmente aquellos que no incluyen chocolate o fruta, como el amarillo o el verde, ofrecen una alternativa más ligera. Estos últimos, con su sabor fresco y menos dulce, son una opción ideal para quienes buscan disfrutar de la intensidad del mole sin sacrificar su bienestar.

En última instancia, tanto el mole poblano como los oaxaqueños son un tesoro culinario que merece ser explorado. Más allá de las diferencias en sus ingredientes y preparación, ambos representan la riqueza y la diversidad de la cocina mexicana. Así que, la próxima vez que tengan la oportunidad de degustar un mole, recuerden que no solo están probando un plato, sino que están sumergiéndose en una tradición milenaria, una historia contada a través del sabor. Y no olviden: la moderación, como en todo, es la clave para disfrutar plenamente de estas joyas gastronómicas.

Fuente: El Heraldo de México