
3 de septiembre de 2025 a las 20:26
¿Canelo vs Crawford GRATIS en TV?
La sombra de la exclusividad se cierne sobre el esperado choque titánico entre Canelo Álvarez y Terence Crawford. Un manto de incertidumbre y desilusión ha cubierto a los aficionados mexicanos, quienes por primera vez en 16 años, se verán obligados a pagar para presenciar el despliegue de poderío de su ídolo nacional. El acuerdo millonario entre Netflix y los organizadores del evento ha erigido un muro de pago que separa al pueblo del espectáculo deportivo que, por tradición, les pertenecía. El eco de los golpes no resonará en los hogares humildes, donde la televisión abierta solía ser la ventana a la gloria pugilística.
Este cambio drástico representa un punto de inflexión en la historia del boxeo mexicano. Durante décadas, las hazañas de figuras legendarias como Julio César Chávez, Rubén Olivares y el mismo Canelo, unieron a la nación frente a la pantalla chica, forjando una identidad colectiva en torno al deporte de los puños. La transmisión gratuita no era solo un acceso al entretenimiento, sino un ritual de comunión nacional, una fiesta compartida por ricos y pobres, jóvenes y viejos. Ahora, ese lazo invisible se ve amenazado por la lógica implacable del mercado.
El malestar se extiende más allá de la afición. El propio Consejo Mundial de Boxeo ha expresado su preocupación por la privatización del espectáculo. Mauricio Sulaimán, presidente del organismo, lamentó la decisión de Netflix, calificándola como un golpe directo al corazón del pueblo mexicano. Sus palabras reflejan la impotencia ante un escenario donde los intereses comerciales se imponen sobre el acceso universal al deporte. La negativa de la plataforma de streaming a considerar siquiera una transmisión diferida por televisión abierta agudiza la sensación de pérdida.
La pelea entre Canelo y Crawford se convierte así en un símbolo de la transformación que vive la industria del entretenimiento. La era del streaming, con su promesa de contenidos exclusivos y personalizados, avanza inexorablemente, dejando atrás a quienes no pueden o no quieren adaptarse a sus reglas. La pregunta que queda flotando en el aire es: ¿qué precio estamos dispuestos a pagar por el acceso al espectáculo? ¿Se convertirá el deporte en un lujo reservado para unos pocos, o encontraremos la manera de conciliar los intereses comerciales con el derecho a la cultura y el entretenimiento?
Mientras tanto, la cuenta regresiva hacia el combate continúa. Los aficionados mexicanos se enfrentan a un dilema: sucumbir a la tentación de Netflix y pagar por presenciar la pelea, o resignarse a seguir las noticias a través de otros medios, perdiendo la emoción del directo y la conexión visceral con el ring. La decisión, en última instancia, recae en cada individuo, pero el sabor amargo de la exclusividad persistirá, recordándonos que el acceso al deporte, como tantos otros aspectos de la vida, está cada vez más condicionado por la capacidad de pago.
La incertidumbre rodea también el futuro de las transmisiones de boxeo. ¿Será este el inicio de una tendencia hacia la privatización total del deporte? ¿Se verán obligados los aficionados a suscribirse a múltiples plataformas para seguir a sus ídolos? El panorama se presenta complejo y desafiante, y solo el tiempo dirá cuál será el destino del deporte de los puños en la era del streaming. Lo que es seguro es que el recuerdo de las noches de gloria compartidas frente al televisor gratuito quedará grabado en la memoria colectiva como un símbolo de una época que, quizás, ya no volverá.
Fuente: El Heraldo de México