La tragedia se instaló en una tarde dominical aparentemente normal en Toluca, Estado de México. El aroma a carnitas, usualmente sinónimo de celebración y convivencia, se tiñó de tristeza en un popular establecimiento de la colonia El Seminario Primera Sección. Efraín Marcelo, de 51 años, llegó con la ilusión de disfrutar un plato típico mexicano, sin imaginar que ese bocado sería el último. La vida, en su impredecible fragilidad, decidió apagarse en medio de un ambiente familiar y cotidiano.

El repentino atragantamiento de Efraín conmocionó a los presentes. Clientes y trabajadores, testigos involuntarios de la escena, intentaron auxiliarlo con desesperación. La impotencia se apoderó del lugar mientras los esfuerzos por salvarle la vida resultaban infructuosos. El bullicio característico de un domingo ajetreado se silenció abruptamente, reemplazado por la incredulidad y el dolor. La muerte, una invitada inesperada, irrumpió en la escena con una crueldad casi cinematográfica, transformando un momento de placer en una tragedia irreparable.

Los propietarios del establecimiento, aún conmocionados, observaban la escena con incredulidad. Minutos antes, Efraín era un cliente más, disfrutando de la comida; ahora, yacía sin vida en el suelo. La noticia corrió como reguero de pólvora entre vecinos y conocidos, dejando a su paso un manto de tristeza y la amarga reflexión sobre la fugacidad de la vida. La mesa que compartimos hoy, ¿podría ser la última? La pregunta resonaba en el aire, cargada de una melancolía profunda.

Las autoridades arribaron al lugar para realizar las diligencias correspondientes. El cuerpo de Efraín fue trasladado al Servicio Médico Forense, mientras su familia, avisada de la tragedia, llegaba al establecimiento. El desgarrador encuentro con el cuerpo sin vida de su ser querido desató escenas de profundo dolor. La tragedia dejaba una herida abierta en la comunidad, un recordatorio brutal de la fragilidad de la existencia.

Es importante destacar que las carnitas, en sí mismas, no son un alimento particularmente peligroso. Sin embargo, existen factores que pueden incrementar el riesgo de atragantamiento, especialmente si la carne es fibrosa, seca, o se consume en trozos grandes. La cocción adecuada, comer despacio y masticar bien son precauciones fundamentales para evitar este tipo de accidentes. Asimismo, se recomienda tener especial cuidado con la grasa y la piel, que pueden ser más difíciles de deglutir. La tragedia de Efraín sirve como un llamado a la precaución, un recordatorio de que incluso en los momentos más cotidianos, la vida puede dar un giro inesperado. Disfrutar de la comida debe ser una experiencia placentera y segura, y tomar las precauciones necesarias puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Más allá de las circunstancias específicas de este caso, la historia de Efraín nos invita a reflexionar sobre la importancia de valorar cada momento, cada encuentro, cada bocado, como si fuese el último.