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2 de septiembre de 2025 a las 05:30

Niño perdido en parque, ¡héroe lo salva!

La tarde del jueves pasado, la tranquilidad del icónico parque de diversiones Hersheypark se vio interrumpida por un escalofriante incidente que puso en evidencia la fragilidad de la seguridad en estos espacios de entretenimiento familiar. Un niño, separado de sus padres en medio de la bulliciosa multitud, se adentró inadvertidamente en una zona restringida, un área vedada al público que conducía directamente a la imponente estructura del monorraíl. Imaginen la escena: la risa y la algarabía habituales del parque, súbitamente silenciadas por un murmullo de preocupación que se propagaba como la pólvora. Veinte minutos de angustia, veinte minutos en los que el pequeño, ajeno a la magnitud del peligro que corría, exploraba la plataforma de la atracción, ajenos sus padres a la pesadilla que se estaba gestando a escasos metros.

Y entonces, el horror: el niño, impulsado por la curiosidad infantil, logra acceder a la vía del monorraíl. A treinta metros de altura, una estrecha franja de metal se convierte en el escenario de una escena digna de una película de suspenso. Abajo, la multitud contiene la respiración, un nudo en la garganta les impide articular palabra. Teléfonos móviles captan cada segundo, cada paso tambaleante del pequeño, inmortalizando una imagen que se grabaría a fuego en la memoria colectiva del parque. Gritos de alerta, manos extendidas hacia el vacío, una plegaria colectiva por la seguridad del niño. La tensión es palpable, el aire se vuelve denso, el tiempo parece detenerse.

En medio del caos, emerge un héroe anónimo. Un visitante, cuyo nombre aún desconocemos, decide actuar. Con una valentía que raya en la temeridad, escala la estructura metálica del monorraíl, desafiando la altura y el vértigo. Su ascenso, seguido por cientos de miradas angustiadas, se convierte en un símbolo de esperanza. Finalmente, alcanza al pequeño. Con delicadeza y firmeza, lo asegura, lo aleja del borde del abismo y lo pone a salvo. Un suspiro de alivio recorre la multitud, los aplausos estallan, la tensión se disipa como una nube de tormenta.

A las 5:30 pm, apenas media hora después del inicio de la pesadilla, el niño se reúne con sus padres. El abrazo, cargado de alivio y de un profundo agradecimiento, pone el punto final a una historia que pudo haber tenido un desenlace trágico. La rápida y eficaz intervención del personal de seguridad de Hersheypark, sumada a la heroica acción del desconocido visitante, evitó lo que podría haber sido una tragedia de incalculables consecuencias.

Este incidente, sin embargo, deja una profunda reflexión sobre la seguridad en los parques de atracciones. Si bien Hersheypark emitió un comunicado agradeciendo la vigilancia de los visitantes y reafirmando su compromiso con la seguridad, queda latente la pregunta: ¿cómo pudo un niño acceder a una zona restringida sin ser detectado? ¿Qué medidas se tomarán para evitar que situaciones similares se repitan en el futuro? La tranquilidad de las familias que visitan estos espacios de ocio depende de la respuesta a estas preguntas. La vigilancia de los padres es fundamental, sin duda, pero la responsabilidad última recae en los parques, quienes deben garantizar la seguridad de todos sus visitantes, especialmente de los más pequeños. La historia del niño en el monorraíl nos recuerda, de forma dramática, que la diversión no puede estar reñida con la seguridad.

Fuente: El Heraldo de México