
1 de septiembre de 2025 a las 09:40
Supera la carencia, abraza la abundancia.
La aparente victoria contra la pobreza en México entre 2018 y 2024 nos deja un sabor agridulce. Si bien las cifras oficiales cantan una reducción significativa, pasando de 51.9 millones a 38.5 millones de personas en situación de pobreza, un análisis más profundo revela una realidad mucho más compleja y preocupante. La disminución de la pobreza extrema, de 8.7 a 7 millones, aunque numéricamente positiva, apenas araña la superficie del problema. El promedio de carencias que sufren estas familias, anclado en 3.8 privaciones, nos recuerda la precariedad que siguen viviendo.
¿Dónde está la trampa? La respuesta se esconde en la forma en que se alcanzó esta reducción. No se trata de un crecimiento económico robusto, ni de la creación de empleos formales que dignifiquen la vida de los mexicanos. El "milagro" se basa, principalmente, en el aumento de las transferencias sociales, como pensiones y becas. Un incremento en el salario mínimo, de 88 a 248.93 pesos, también ha contribuido a maquillar las cifras, reduciendo los ingresos insuficientes medidos por la línea de pobreza, pero sin atacar de raíz la desigualdad ni promover un desarrollo sostenible. Es como apagar un incendio con gasolina: una solución temporal que esconde un problema mucho mayor.
Mientras el gobierno celebra estos resultados, un dato alarmante se asoma entre las sombras: el aumento de la población vulnerable por carencias sociales. De 30 millones en 2018, la cifra se disparó a 41.9 millones en 2024, representando un 32.2% de la población. Millones de mexicanos se encuentran al borde del precipicio, a un paso de caer en la pobreza ante cualquier eventualidad. El acceso a la salud, un derecho fundamental, también se ha deteriorado drásticamente. Más de 44.5 millones de personas carecían de acceso a servicios de salud en 2024, una cifra que palidece los 20.1 millones registrados en 2018.
Este panorama nos obliga a cuestionar la narrativa oficial. Los programas asistencialistas, si bien brindan un alivio temporal a la insuficiencia de ingresos, no construyen bases sólidas para un futuro próspero. No se trata de regalar pescado, sino de enseñar a pescar. Lejos de consolidar un sistema universal que garantice los derechos de todos, el país enfrenta un preocupante deterioro en áreas cruciales como seguridad social, salud, vivienda y educación. La supuesta mejora social se desmorona ante la evidencia de un sistema cada vez más frágil.
En resumen, la reducción de la pobreza entre 2018 y 2024 se presenta como un espejismo. Un logro aparente y frágil, construido sobre transferencias clientelares, endeudamiento público y el flujo constante de remesas, mientras los derechos sociales retroceden y la economía se estanca. México, si bien con menos pobres en el papel, se encuentra atrapado en un círculo vicioso de carencias, dependencia y un futuro incierto, lastrado por un modelo económico que se sostiene de forma precaria, sin los recursos necesarios para impulsar un verdadero desarrollo. El reto es inmenso: transitar hacia un modelo que no solo alivie los síntomas, sino que cure la enfermedad de la desigualdad y la falta de oportunidades.
Fuente: El Heraldo de México