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1 de septiembre de 2025 a las 15:15

Predicciones sísmicas: ¿Mito o realidad?

Septiembre llega y con él, el ancestral temor a los sismos. Un temor que, desde tiempos prehispánicos, se ha intentado explicar a través de mitos y leyendas. Desde la batalla subterránea entre Tláloc y Huitzilopochtli para los mexicas, hasta el jaguar Tepeyóllotl que rasca en su cueva provocando temblores, las explicaciones místicas han intentado dar sentido a este fenómeno natural. Los mayas, en su Popol Vuh, nos hablan de Cabracán, "el que hace temblar las ciudades", y de la serpiente multicolor de la fertilidad que, escondida bajo tierra, provoca sismos al moverse. Incluso los griegos atribuían los temblores a Poseidón, dios del mar, quien hacía tambalear a Atlas, el titán que sostiene la Tierra.

Hoy, gracias a la ciencia, sabemos que los sismos son movimientos de las placas tectónicas, choques que generan ondas sísmicas, superficiales (ondas S) y profundas (ondas P). Guillermo Ayala Álvarez, titular de la Dirección de Alerta Temprana de la Secretaría de Protección Civil de la Ciudad de México, desmitifica muchas de las creencias populares que aún persisten en torno a los sismos. "No hay un modelo matemático que pueda predecirlos, ni los perros los predicen", afirma categóricamente. Si bien los animales pueden sentir el movimiento de la tierra momentos antes que nosotros, debido a su contacto directo con el suelo, no tienen la capacidad de predecir un sismo.

La coincidencia de varios sismos en septiembre ha llevado a muchos a considerar este mes como "el mes de los sismos". Sin embargo, Ayala Álvarez aclara que se trata solo de una casualidad, recordando el fuerte sismo de 1957, que ocurrió en el primer cuatrimestre del año y provocó la caída del Ángel de la Independencia. "La temporada de sismos", recalca, "empieza el 1 de enero y termina el 31 de diciembre".

Las luces y destellos que a veces se observan durante un sismo también tienen una explicación científica. Ayala Álvarez explica que se deben a dos factores: la fricción en las fallas geológicas de las sierras que rodean la Ciudad de México, activada por las ondas sísmicas superficiales, y el choque de los cables de alta tensión, que genera destellos de luz. Estos destellos, que pueden variar en intensidad y color, suelen ser más visibles durante la noche.

Otras creencias populares, como la influencia de las pruebas nucleares, el poder de la manifestación o la relación entre el clima y los sismos, son desmentidas por el experto. "No hay evidencia científica que respalde estas teorías", afirma. Ni el calor, ni el frío, ni la sequía, ni los pensamientos de las personas pueden provocar un sismo.

Finalmente, Ayala Álvarez desmiente el mito de que es mejor que haya muchos sismos pequeños para evitar uno grande. "No es cierto", asegura. "Puede haber varios sismos de baja intensidad y luego uno de gran magnitud". La energía liberada por los sismos no se acumula de forma lineal, y un sismo pequeño no disminuye la probabilidad de que ocurra uno mayor.

Para mantenerse informado y preparado ante un sismo, se recomienda consultar la página web de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil de la Ciudad de México. La información veraz y la preparación son las mejores herramientas para afrontar este fenómeno natural.

Fuente: El Heraldo de México