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1 de septiembre de 2025 a las 21:05

Atrae (o repele) el pipí de tu perro con estos olores

El fascinante mundo olfativo de nuestros compañeros caninos nos revela una compleja red de comunicación que va mucho más allá de lo que percibimos con nuestros sentidos. Cada paseo, cada pausa para olfatear un rincón, un árbol o una farola, no es un acto aleatorio, sino una lectura detallada de un mapa de aromas que cuenta historias de otros animales, marca territorios y establece jerarquías invisibles a nuestros ojos.

Imaginemos a nuestro perro como un detective olfativo, siguiendo las pistas que otros canes han dejado a su paso. La orina, ese líquido aparentemente insignificante, se convierte en un complejo mensaje codificado que revela la identidad del emisor: su sexo, edad, estado de salud e incluso su estado emocional. Para un perro, especialmente para los machos no castrados, sobreponer su propia marca olorosa sobre la de otro es una forma de responder a ese mensaje, de dejar su propia huella en el mundo, de afirmar su presencia en el territorio. Es un diálogo silencioso, una conversación química que se desarrolla en cada esquina, en cada parque, en cada árbol.

Pero no solo la orina de otros perros despierta el instinto de marcar. El olor corporal de otros animales, ya sean gatos, conejos o incluso otros perros, también actúa como un potente estímulo. Pensemos en un perro que entra por primera vez en una casa donde antes vivía otro animal. Ese aroma, impregnado en las paredes, en los muebles, en el ambiente, dispara la necesidad de dejar su propia marca, de anunciar su llegada, de establecer su dominio en el nuevo espacio. Es una respuesta instintiva, profundamente arraigada en su naturaleza, y particularmente marcada en machos no esterilizados debido a la influencia de la testosterona.

Más allá de las marcas de otros animales, el entorno natural también juega un papel crucial en este ritual olfativo. La tierra, la hierba, especialmente cuando están húmedas, se convierten en lienzos ideales para plasmar su marca olorosa. Estos sustratos retienen e intensifican los aromas, prolongando la vida del mensaje. Además, si desde cachorro nuestro perro ha sido recompensado por orinar en el jardín o en el parque, asociará estas superficies con experiencias positivas, reforzando aún más su preferencia por ellas.

Curiosamente, incluso algunos productos de limpieza, en particular aquellos que contienen amoníaco o urea, pueden inducir a nuestro perro a orinar en lugares indeseados. Estos componentes químicos, presentes también en la orina canina, simulan el olor del pis de otros animales, confundiendo a nuestro compañero y llevándolo a marcar el territorio incluso dentro de casa. Por eso, es fundamental utilizar limpiadores enzimáticos que eliminen por completo el olor, evitando así que se repitan los accidentes.

Comprender este complejo lenguaje olfativo nos permite no solo entender mejor a nuestros perros, sino también mejorar la convivencia. Podemos aprovechar este conocimiento para educar a nuestros cachorros, enseñándoles dónde es apropiado hacer sus necesidades, y evitando que marquen territorio dentro de casa. Al comprender el mundo a través de su nariz, fortalecemos el vínculo con nuestros compañeros caninos y les ayudamos a integrarse mejor en nuestro mundo.

Fuente: El Heraldo de México