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1 de septiembre de 2025 a las 08:35

Afganistán: Terremoto devastador

La tierra tembló con furia en Kunar, Afganistán, dejando una estela de destrucción y desolación que se extiende a lo largo de la frontera con Pakistán. Un sismo de magnitud 6, una cifra que por sí sola no revela la verdadera dimensión de la tragedia, ha desgarrado la vida de cientos de familias. La escasa profundidad del epicentro, a tan solo 8 kilómetros de la superficie, amplificó la potencia destructora del movimiento telúrico, convirtiendo hogares en escombros y sueños en pesadillas.

Las cifras, aún preliminares, pintan un panorama desolador: al menos 250 vidas apagadas y más de 500 heridos, con la sombra de la incertidumbre cernida sobre los distritos de Nur Gul, Soki, Manogi, Chapare y Soki. La precariedad de las viviendas, construidas con adobe y madera, materiales que poco pueden oponer a la furia de la naturaleza, hace temer que el balance final sea aún más trágico. Cada hora que pasa aumenta la angustia, mientras los equipos de rescate luchan contra el reloj y la devastación para encontrar supervivientes entre los escombros.

La pobreza, un azote persistente en la región, agrava la tragedia. La falta de recursos y infraestructuras dificulta las labores de rescate y la atención a los heridos, multiplicando el sufrimiento de una población ya vulnerable. La reconstrucción, un camino largo y arduo, se vislumbra como un desafío titánico en un país que se enfrenta a múltiples crisis.

La comunidad internacional, conmovida por la magnitud del desastre, no ha tardado en reaccionar. Las Naciones Unidas, a través de un mensaje en la red social X, ha expresado su profundo pesar por la pérdida de vidas humanas y ha movilizado a sus equipos para proporcionar ayuda de emergencia y apoyo vital a los afectados. La solidaridad internacional se presenta como un rayo de esperanza en medio de la oscuridad, un bálsamo para las heridas de un pueblo que lucha por sobrevivir.

La tragedia de Kunar nos recuerda la fragilidad de la existencia y la implacable fuerza de la naturaleza. Más allá de las cifras y los datos, hay historias de vidas truncadas, familias destrozadas y un futuro incierto. El sismo ha dejado una profunda cicatriz en el corazón de Afganistán, una herida que tardará mucho tiempo en sanar. Ahora, más que nunca, es el momento de la solidaridad, de tender una mano a quienes lo han perdido todo y de trabajar juntos para reconstruir lo que la tierra ha destruido. La esperanza, aunque tenue, debe ser el motor que impulse la reconstrucción y el regreso a la vida en Kunar.

Fuente: El Heraldo de México