
Inicio > Noticias > Desarrollo Personal
1 de septiembre de 2025 a las 09:35
Abraza la magia de lo efímero
La sabiduría ancestral, a menudo envuelta en un halo de misticismo, a veces se nos presenta en las conversaciones más cotidianas. Recuerdo a mi querida amiga del colegio, un alma en constante búsqueda espiritual, una mujer cuya serenidad contrasta con el frenesí del mundo que nos rodea. En una ocasión, mientras compartía con ella la angustia de una ruptura amorosa, me ofreció una perla de sabiduría: "Lo único asegurado es la impermanencia, hay que dejar ir". Confieso que en ese momento, mi mente, lejos de la iluminación, se aferraba al dolor, a lo conocido, a la ilusoria comodidad de la tristeza. "No soy el Buda", pensé, con una punzada de ironía y desesperación.
Y es que, ¿quién no se ha resistido al cambio? Nuestro cerebro, esa máquina maravillosa y a la vez tan primitiva, busca la supervivencia a través de la predictibilidad. La rutina, aunque a veces nos ahogue, nos ofrece un mapa, un territorio conocido donde nos sentimos seguros. Desviarnos del camino, aunque sea por una obra, genera una pequeña dosis de estrés, un recordatorio de que el control que creemos tener es, en el fondo, una ilusión.
El cambio, sobre todo aquel que no hemos elegido, se siente como un terremoto que nos arranca de raíz, que nos lanza a un vacío oscuro e incierto. Perdemos el equilibrio, el suelo bajo nuestros pies desaparece y nos vemos obligados a volar sin alas, a navegar en la incertidumbre. Y cuanto más nos aferramos a lo conocido, más dolorosa se vuelve la caída. La rigidez, esa coraza que construimos con los años, se convierte en nuestra propia prisión.
Sin embargo, en ese mismo instante de aparente caos, se abre una grieta, una posibilidad. La fuerza del cambio, aunque destructiva en apariencia, rompe los límites de nuestra percepción, nos obliga a mirar más allá de lo que creíamos posible. Nos invita a reinventarnos, a explorar nuevas facetas de nosotros mismos, a construir un nuevo escenario donde protagonizar una historia diferente.
Es un llamado a la valentía, a soltar lo que ya no nos sirve, a abrazar la incertidumbre con la confianza de que, tarde o temprano, se transformará en una nueva certeza, igualmente temporal. Porque la vida es un constante fluir, una danza incesante de transformaciones. Si no fuera así, ¡qué aburrido sería todo!
Heráclito, con su profunda sabiduría, lo comprendió hace siglos: "Lo único constante es el cambio". Y Viktor Frankl, desde la crudeza de su experiencia en los campos de concentración, nos recordó que cuando no podemos cambiar la situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos. La clave no está en resistir el oleaje, sino en aprender a surfear las olas, en convertir la fuerza del cambio en un impulso para nuestro crecimiento.
Cada transformación, por dolorosa que sea, nos esculpe, nos pule, nos permite elegir con mayor conciencia, nos reta a imaginar lo que aún no existe. Nos saca de nuestra zona de confort, sí, pero también nos expande, nos enriquece, nos acerca a una versión más auténtica y plena de nosotros mismos.
Así que la próxima vez que sientas que la vida te mueve el piso, recuerda que lo que se derrumba no es tu esencia, sino el escenario que ya no te representa. Es una oportunidad para escribir un nuevo guión, para interpretar un personaje diferente, para atreverte a explorar un horizonte más amplio, un horizonte que, sin el impulso del cambio, permanecería oculto tras la cortina de la comodidad.
Fuente: El Heraldo de México