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31 de agosto de 2025 a las 22:50
Yalitza Aparicio: Mi respuesta al racismo.
La historia de Yalitza Aparicio es un reflejo, a veces incómodo, de la realidad social que vivimos. Más allá del brillo de Hollywood y las portadas de revistas, su trayectoria ha destapado prejuicios arraigados que, como sociedad, debemos confrontar. No se trata solo de una actriz que viste prendas de diseñador, sino de una mujer indígena que ha osado ocupar espacios tradicionalmente reservados para una élite. Y eso, en un país con una historia compleja como la nuestra, genera reacciones viscerales.
El debate que ha suscitado su figura va más allá de la moda. Es una discusión sobre la inclusión, la representación y la persistencia de estereotipos. ¿Por qué se cuestiona a Yalitza por usar ropa de diseñador, mientras que nadie se sorprende al ver a otras actrices vestidas de la misma manera? La respuesta, aunque dolorosa, es evidente: porque su origen indígena la convierte en un blanco fácil para la discriminación. La idea de que "la mona se vista de seda…" sigue resonando en la mente de muchos, revelando un clasismo profundamente enraizado.
El mérito de Yalitza no radica únicamente en su talento actoral, sino en su valentía para desafiar las normas establecidas. Al ocupar esos espacios "de blancos", como se ha dicho, no solo está reclamando su derecho a la visibilidad, sino que está abriendo camino para otras mujeres indígenas que sueñan con un futuro diferente. Su presencia en la escena internacional es un recordatorio de la riqueza cultural de México y una invitación a cuestionar la homogeneidad que a menudo se impone en los medios de comunicación y la industria del entretenimiento.
La anécdota de las corredoras rarámuris es un ejemplo perfecto de cómo se romantiza la pobreza y se exotifica la cultura indígena. Mientras se las admira por correr en huaraches, se critica a Yalitza por usar zapatos de diseñador. La contradicción es evidente: se espera que las comunidades indígenas permanezcan en un estado de "pureza" cultural, relegadas a los márgenes de la sociedad, mientras se les niega el derecho a la modernidad y la individualidad.
El llamado de Yalitza a "pagar el precio justo y sin regatear" por los textiles indígenas es también un acto de resistencia. Es una forma de reivindicar el valor del trabajo artesanal y de combatir la explotación que a menudo sufren las comunidades que los producen. No se trata de caridad, sino de justicia social. Es reconocer que la cultura indígena no es un objeto de consumo exótico, sino una expresión viva que merece ser valorada y respetada.
La historia de Yalitza es una historia de perseverancia, de lucha contra la adversidad y de reivindicación de la identidad. Es un espejo que nos obliga a mirarnos como sociedad y a preguntarnos qué tipo de país queremos construir. Un país inclusivo, donde la diversidad se celebre y se respete, o un país que siga aferrado a prejuicios arcaicos que limitan el potencial de su gente. El futuro, como siempre, está en nuestras manos.
Fuente: El Heraldo de México