
31 de agosto de 2025 a las 23:30
Tragedia: Joven roba y acaba en balacera.
La frialdad del acto estremece. Un adolescente de 17 años, capturado por el ojo implacable de una cámara de seguridad, llega a un autolavado en Cartagena. Su víctima, desprevenida, se convierte en el blanco de un ataque a quemarropa. El sonido del disparo resuena en el silencio previo, un eco brutal que anticipa la tragedia que está por desarrollarse. Malherido e inconsciente, el hombre yace en el suelo. El joven, sin mostrar la más mínima señal de remordimiento, le arrebata la cadena del cuello y un objeto que sostenía en su mano. La escena, de una violencia desmedida, parece culminar ahí. Pero lo que sucede a continuación es aún más impactante.
Un testigo presencial, sentado junto a la víctima, reacciona con una velocidad sorprendente. Se levanta, desenfunda un arma y se identifica como policía vestido de civil. El autolavado, un lugar común y corriente, se transforma en un escenario de terror. Comienza un intercambio de disparos a quemarropa, una danza macabra entre la vida y la muerte. El adolescente, con una frialdad que hiela la sangre, utiliza el cuerpo de su primera víctima como escudo humano, una estrategia desesperada y cruel para protegerse de las balas del agente.
La tensión se palpa en el aire. El policía intenta afinar su puntería, pero la situación se complica. El joven, oculto tras el cuerpo inerte, extiende el brazo y dispara a ciegas. Segundos eternos que parecen no tener fin. La balacera descontrolada amenaza con alcanzar a otros inocentes presentes en el lugar. El video, difundido en redes sociales, muestra la crudeza de la situación. La víctima sentada, ajena al peligro que se avecina. El policía de civil, testigo del ataque, que intenta reaccionar a tiempo. La violencia desatada que convierte un día cualquiera en una pesadilla.
El joven, en medio del caos, logra arrebatarle dos objetos de valor al hombre herido. El policía, con valentía y determinación, rodea la sala de espera del autolavado, buscando una mejor posición para repeler la agresión. El adolescente, aferrado a su macabro escudo, se mueve con la agilidad de un animal acorralado.
En un intento por escapar, el joven se levanta e intenta alcanzar uno de los pilares del local. El policía, anticipándose a su movimiento, le corta el paso. Un enfrentamiento cara a cara, una lucha por la supervivencia. El adolescente, atrapado, se esconde tras el pilar. La cámara pierde el ángulo, dejando la escena en suspenso por unos instantes que se sienten como una eternidad.
Reaparece, corriendo en dirección opuesta, buscando una salida. Pero el policía, implacable, le corta el paso nuevamente. Acorralado, el joven se refugia detrás de unas escaleras. La tensión es insoportable. Regresa al pilar, su último refugio. El final es inevitable. Un disparo certero impacta en su pecho, tiñendo de rojo su camiseta blanca. La gorra y el pantalón de mezclilla, testigos silenciosos de la tragedia.
Jesús David Murillo Utria, alias ‘El Ducales’, cae abatido. Su vida, truncada a los 17 años en un acto de violencia extrema. La víctima del robo, también agente de la policía, sobrevive al ataque, aunque su pronóstico es reservado.
La investigación posterior revela que ‘El Ducales’ llegó al autolavado en motocicleta, acompañado de un cómplice que huyó al escuchar los disparos. Un acto de cobardía que contrasta con la valentía del policía que arriesgó su vida para proteger a la víctima y neutralizar al agresor. Un recordatorio brutal de la violencia que azota a nuestra sociedad y la importancia de las fuerzas del orden en la lucha contra la delincuencia.
Fuente: El Heraldo de México