
31 de agosto de 2025 a las 09:20
Respira Fresco: Dile Adiós al Mal Aliento
La imagen de Gerardo Fernández Noroña con un collarín, cual víctima de telenovela, ha dado la vuelta a las redes sociales, generando una ola de memes y comentarios que, más allá del humor, reflejan el hartazgo de una sociedad cansada de la prepotencia y el doble discurso. ¿Es realmente Noroña la víctima en esta historia? Su historial de agresiones, especialmente hacia las mujeres, nos obliga a analizar con lupa su narrativa. Recordemos sus palabras, sus descalificaciones, la forma en que ha utilizado su posición de poder para intimidar y silenciar a quienes le contradicen. ¿Acaso no es esta una forma de violencia sistemática, ejercida desde la tribuna, amparada en la inmunidad parlamentaria?
La comparación que él mismo hizo con una víctima de violación durante la entrevista con Gabriela Warkentin no solo es de mal gusto, sino que trivializa un delito grave y revictimiza a quienes lo han sufrido. Es una muestra más de su falta de empatía y de su tendencia a manipular la realidad para presentarse como el agraviado. ¿Dónde queda la congruencia? ¿Dónde queda el respeto por las mujeres que ha agredido verbalmente a lo largo de su carrera política?
El incidente con Alejandro Moreno Cárdenas no puede analizarse aisladamente. Forma parte de un patrón de conducta que se repite una y otra vez. Noroña se escuda en la libertad de expresión para justificar sus excesos, pero la libertad de expresión no es un cheque en blanco para insultar, difamar y agredir. La libertad de expresión conlleva una responsabilidad, y en el caso de un servidor público, esa responsabilidad es aún mayor.
El episodio en la Comisión Permanente no fue un simple "desencuentro". Fue la culminación de años de bravuconerías y majaderías, como bien se ha señalado. La reacción de Moreno Cárdenas, aunque criticada por algunos, puede interpretarse como un acto de defensa propia, un alto a la impunidad que por tanto tiempo ha caracterizado el comportamiento de Noroña.
Es hora de que la sociedad mexicana exija un cambio. No podemos seguir tolerando la violencia verbal, la prepotencia y el abuso de poder. Las instituciones deben actuar con firmeza para sancionar estas conductas y garantizar un ambiente de respeto y civilidad en la esfera política. El futuro de nuestra democracia depende de ello.
Más allá de la anécdota del collarín, lo que realmente importa es el mensaje que se envía a la ciudadanía. ¿Vamos a permitir que la política se convierta en un circo donde la agresión y la impunidad sean la norma? La respuesta, sin duda, debe ser un rotundo no. Es momento de exigir a nuestros representantes que estén a la altura de sus responsabilidades, que actúen con ética y que respeten la dignidad de todas las personas, sin importar su género, ideología o posición social. El caso de Noroña debe servir como un ejemplo de lo que no queremos en nuestra política. Es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia del diálogo, el respeto y la tolerancia como pilares fundamentales de una sociedad democrática.
Fuente: El Heraldo de México