
31 de agosto de 2025 a las 21:15
Ola de violencia azota hospitales en Culiacán
La creciente ola de violencia que azota Culiacán ha alcanzado un nuevo y preocupante nivel, irrumpiendo en la seguridad que se suponía brindaban los hospitales. En menos de un día, tres centros médicos se convirtieron en escenario de terror, dejando un saldo de muertos, heridos y una profunda herida en la confianza de la población. El viernes por la tarde, el Hospital Civil fue testigo de una balacera que arrebató la vida a tres personas inocentes, incluyendo a una menor de tan solo 13 años. La escena, dantesca y llena de pánico, pintó una imagen desoladora de la vulnerabilidad a la que estamos expuestos. Pacientes, familiares y personal médico se vieron obligados a buscar refugio ante la lluvia de balas, dejando una huella imborrable en la memoria colectiva.
La pesadilla continuó el sábado, extendiéndose a otros centros de salud. Una clínica privada en el centro de la ciudad fue el siguiente objetivo, donde un hombre perdió la vida a manos de sujetos armados. Pero lo más alarmante, quizás lo más escalofriante, ocurrió en el Hospital General de Culiacán. Un sicario, disfrazado con la bata blanca que simboliza la sanación y la esperanza, logró infiltrarse en el área de hospitalización. Su objetivo: Fausto Yuriel, un joven de 21 años que luchaba por su vida tras haber sido baleado el 29 de agosto. Alrededor de las dos de la tarde, el asesino llegó hasta la cama del joven y le disparó a quemarropa, apagando cualquier posibilidad de recuperación.
La frialdad del acto, la audacia de infiltrarse en un hospital disfrazado de médico, ha generado una profunda conmoción. Este no es solo un ataque contra una persona, es un ataque contra la institución misma, contra la idea de que un hospital es un santuario, un lugar donde la vida se protege y se valora. El IMSS Bienestar, en una tarjeta informativa, confirmó los hechos y aseguró que se están llevando a cabo investigaciones en colaboración con las autoridades ministeriales. Si bien se ha destacado que ningún trabajador del hospital resultó herido, el impacto psicológico de presenciar tal acto de violencia es inmensurable. Se han activado protocolos de seguridad y se ha reforzado el control de acceso, pero ¿es suficiente? ¿Cómo podemos garantizar la seguridad de pacientes y personal médico en un contexto donde la violencia no respeta ni los espacios más sagrados?
Estos tres ataques, ocurridos en menos de 24 horas, nos obligan a reflexionar sobre la fragilidad de nuestra seguridad. Han sembrado el miedo no solo entre quienes trabajan en los hospitales, sino también entre quienes buscan en ellos la atención y el cuidado que necesitan. La ciudadanía exige respuestas, exige acciones concretas que frenen esta escalada de violencia que nos está robando la tranquilidad y la esperanza. ¿Qué medidas se tomarán para proteger a nuestros hospitales? ¿Cómo recuperaremos la confianza en que estos espacios, esenciales para la vida, volverán a ser seguros? Estas son las preguntas que resuenan en la mente de todos, mientras Culiacán se enfrenta a una de sus horas más oscuras.
Fuente: El Heraldo de México