
31 de agosto de 2025 a las 09:20
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Más allá de la retórica política y las tensiones diplomáticas, se teje una compleja red de interdependencia económica y social entre México y Estados Unidos, una realidad que a menudo se pierde en el fragor de los titulares. El discurso actual, centrado en la deportación y la seguridad fronteriza, ignora convenientemente la significativa contribución de las empresas mexicanas a la economía estadounidense. No hablamos de pequeñas inversiones, sino de gigantes como Biopapel, Cemex, Televisa, Gruma, Bimbo, Nemak, Rassini, La Costeña, Mexichem y Liverpool, entre otras, que día a día inyectan capital, generan empleos y contribuyen al sistema de pensiones que sustenta el futuro de miles de ciudadanos norteamericanos. ¿Se ha cuantificado el impacto real de estas empresas en la economía estadounidense? ¿Se ha considerado el vacío que dejarían si se vieran afectadas por políticas proteccionistas?
La pregunta sobre quién ocupará los puestos de trabajo dejados por los deportados mexicanos resuena con fuerza. Se habla de la agricultura, la construcción, la hostelería… sectores que dependen en gran medida de la mano de obra migrante. La experiencia histórica nos ofrece una respuesta: la regularización de migrantes, como ocurrió con los “rodinos” en la década de los 90, no solo es una medida humanitaria, sino también una estrategia inteligente que impulsa el crecimiento económico. Ofrecer un estatus legal a quienes ya contribuyen a la sociedad estadounidense no solo es justo, sino pragmático. Garantizar sus derechos humanos y laborales no es una concesión, sino un reconocimiento de su valor y una inversión en el futuro del país.
Mientras se debate el futuro de los migrantes mexicanos en Estados Unidos, millones de ciudadanos estadounidenses viven plácidamente en México, disfrutando de la cultura, el clima y el costo de vida. San Miguel de Allende, Jocotepec, Ajijic, Ensenada, Los Cabos, Vallarta… son solo algunos de los destinos que han elegido como su hogar. Estos jubilados, ex empresarios, artistas, amas de casa, militares y políticos, demuestran con su presencia la profunda interconexión entre ambos países, una realidad que trasciende las fronteras y las diferencias políticas. Su experiencia demuestra que la convivencia pacífica y mutuamente beneficiosa es posible.
La anécdota del presidente norteamericano invirtiendo en la costa de Tijuana, aunque con resultados controvertidos, subraya la complejidad de la relación bilateral. No se trata de un simple intercambio comercial, sino de una intrincada red de intereses, inversiones y lazos humanos que se extienden a lo largo de la frontera. Ante esta realidad, se hace imperativo un análisis profundo y objetivo de la situación, que vaya más allá de la retórica simplista y las soluciones fáciles. Necesitamos diálogo, comprensión y una visión a largo plazo que reconozca la interdependencia entre ambos países. En lugar de "balazos en el pie", debemos dar pasos firmes hacia una relación más justa, equitativa y beneficiosa para todos. La historia nos ha demostrado que la cooperación y el respeto mutuo son la clave para un futuro próspero y compartido.
Fuente: El Heraldo de México