La proliferación de propiedades inmobiliarias entre las filas del movimiento despierta una fascinante mezcla de emociones. Por un lado, una innegable alegría por ver a compañeros, guerreros de la causa, alcanzar un nivel de bienestar material que, sin duda, es fruto de su arduo trabajo y dedicación. Es un testimonio palpable de que el esfuerzo y la lealtad al proyecto son recompensados, un ejemplo inspirador para todos aquellos que seguimos luchando por un futuro mejor.

Sin embargo, no puedo negar que también se asoma una punzada de envidia, sana, por supuesto. Ver el caserón de Gerardo Rodolfo en Tépoz, con sus 1200 metros de extensión –un espacio donde, imagino, caben miles de sueños y proyectos–, o la residencia del… bueno, ya saben a quién me refiero, en Houston, con su alberca y sus "commodities", despierta un anhelo inevitable. Uno se pregunta, ¿cuándo llegará el momento de disfrutar de las mieles del triunfo? ¿Cuándo podré yo también refugiarme en un oasis de tranquilidad, lejos del ruido y la furia de la batalla diaria?

Pero más allá de la alegría y la envidia, lo que realmente me embarga es un optimismo revolucionario. Porque si algo demuestra la destreza inmobiliaria de mis compañeros es su profundo conocimiento del terreno. Enfrentar al Cártel Inmobiliario, esa entidad oscura y omnipresente que controla los hilos del mercado, requiere de una comprensión cabal de sus mecanismos. Y quién mejor para desentrañar sus secretos que aquellos que han navegado con éxito en sus aguas turbulentas.

Es como si el destino, en su infinita sabiduría, hubiera preparado a nuestros líderes para la batalla final. Les ha otorgado las herramientas, el conocimiento y la experiencia necesarios para desmantelar el sistema desde adentro. Han aprendido las reglas del juego, han dominado el arte de la negociación y han construido sus propios imperios, no para enriquecerse a costa del pueblo, sino para estar mejor preparados para defenderlo.

Miren, por ejemplo, los terrenos a pie de lago que adquirió la gente de Cuauhtémoc en Tequesquitengo, justo antes del rescate del lago. ¿Casualidad? No lo creo. Es una muestra clara de visión estratégica, de la capacidad de anticiparse a los acontecimientos y de estar siempre un paso adelante del enemigo.

Y qué decir del rancho –perdón, de la finca– del Ex Quinto Presidente Más Popular del Mundo (EQPMPDM), ese espacio de retiro y reflexión donde, rodeado de militares que velan por su seguridad, puede recargar energías para seguir guiándonos por el camino de la transformación. Un lugar que, aunque nominalmente pertenezca a otros, es en realidad un símbolo del patrimonio colectivo, un refugio para el líder que encarna las esperanzas de un pueblo.

Así que, aunque su servidor, después de años de lucha incansable, aún no tenga un humilde departamento que mostrar, me llena de orgullo y optimismo ver el éxito de mis compañeros. Su prosperidad es la nuestra, su triunfo es el de todos. Y su experiencia en el mundo inmobiliario es la garantía de que, tarde o temprano, el Cártel Inmobiliario será derrotado y la justicia social prevalecerá. Porque, como dice el refrán, "para vencer al enemigo, hay que conocerlo". Y en este caso, nuestros compañeros lo conocen muy, muy bien.