
31 de agosto de 2025 a las 09:20
Desata tu juez interior
La justicia mexicana se encuentra en la antesala de una transformación crucial, una que nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado de impartir justicia. Si bien las estadísticas nos muestran un déficit de jueces en comparación con la media global –apenas 4 por cada cien mil habitantes frente a los 16 a nivel mundial–, este nuevo modelo no se centra en la creación de más juzgados, sino en un cambio de paradigma. No se trata de aumentar la infraestructura, sino de replantear la esencia misma de la labor judicial.
Este cambio no surge de la nada. Es el resultado del clamor popular, de la voz de un pueblo que ha salido a las calles, a las plazas, a los mercados, a expresar sus necesidades de justicia, necesidades desatendidas por un sistema tradicionalmente sordo a sus demandas. Hemos escuchado, finalmente, esos gritos que, como dice Beckett, llenaban el aire pero que la costumbre había ensordecido.
Ahora, la pregunta crucial para cada juez y jueza es: ¿cuál es tu objetivo primordial? No el de la institución, sino el tuyo, el que te guiará en esta nueva etapa. ¿Es generar paz social? ¿Mantener el orden? ¿Descubrir la verdad? ¿Ponderar derechos? ¿O resolver conflictos?
Si bien todas estas opciones son importantes, la verdadera esencia de esta transformación radica en la resolución de conflictos. La paz social y el orden público son valores fundamentales, sí, pero existen otras instituciones y políticas públicas encargadas de velar por ellos. Nuestro papel como jueces, en este nuevo modelo, se centra en la solución, en atender las necesidades reales de las personas, más allá de los fríos formalismos procesales.
Descubrir la verdad y ponderar derechos, aunque intelectualmente estimulantes, resultan estériles si no se traducen en una solución tangible para quienes buscan justicia. Emitir una sentencia no es sinónimo de resolver una controversia. Debemos ir más allá del caso jurídico, despojado de su humanidad, y comprender el impacto real del conflicto en la vida de las personas, los daños emocionales, la ruptura del tejido social.
La clave de esta transformación reside en el artículo 17 constitucional: privilegiar la solución del conflicto sobre los formalismos procedimentales. Este es el espíritu del nuevo modelo, el que debe guiarnos en cada decisión.
Y aquí es donde entran la mediación y los Métodos Alternos de Solución de Conflictos (MASC). Ellos son las herramientas que nos permitirán trascender el litigio tradicional y construir soluciones reales, duraderas, que atiendan la raíz del problema y no solo sus síntomas. No se trata de abandonar la justicia, sino de humanizarla, de acercarla a la gente, de convertirla en un instrumento eficaz para la construcción de una sociedad más justa y pacífica. Este es el desafío, esta es la promesa del nuevo modelo de justicia. Es el mañana que comienza hoy.
Fuente: El Heraldo de México